Cuando yo era treintañero, me gustaba altenar con personas mayores, a quienes les oía decir, cada dos por tres, que a medida que se van cumpliendo años y se va acumulando experiencia de toda clase y condición, va aflorando una cierta impaciencia, como si a uno le molestara que lo que para uno es claro no lo sea para los demás. Jamás se me ocurrió contradecirlos. Y no porque creyera firmemente en lo que decían, no; sino por educación.
Lejos estaba yo de pensar entonces que iba a pasar por el trance incomprensible de ver cómo los políticos, no dudo de que habrá escasas excepciones, siguen haciendo de su capa un sayo bajo el beneplácito de una ciudadanía que acepta con resignación estar sometida a los caprichos de quienes dan pruebas evidentes de ser unos impostores.
Los políticos utilizan los medios de comunicación social en su servicio. Con el fin de ganarse la voluntad de los votantes. Y éstos suelen caer en el anzuelo. Aunque, como tontos no son, se ven obligados a justificarse, echando mano del refrán adecuado: "Mas vale lo malo conocido. Semejante proverbio les permite seguir presumiendo de haber votado lo que debían.
Nuestro alcalde lleva la tira de tiempo ganando elecciones. Aunque cada vez lo hace con menos adhesiones. Lo cual le obliga a propalar que se aproxima el fin de su participación en la política activa; entre otros motivos -alegados por él- porque su salud se va resintiendo a medida que va cumpliendo años. Discurso sensiblero que suele calar entre los convencidos de que debe continuar por lo que dice el adagio...
El paso siguiente es que alguien, por arte de birlibirloque, encargue una encuesta para saber si nuestro alcalde seguirá siendo el político más votado en unas próximas elecciones. Consulta que se ha publicado hace unos días. Con respuesta satisfactoria para el Partido Popular de Ceuta. A partir de ahí, la cosa es ya coser y cantar. Si bien nuestro alcalde, tal vez por la pandemia, aún no ha salido a la palestra para comunicarnos que antes deberá consultar con la almohada si se presenta como candidato.
Cuando esa manifestación se produzca, que se producirá en el momento oportuno, los aduladores y aduladoras que forman parte de su cortejo, saldrán en tromba para decirnos que están invocando a todos los santos habidos y por haber para que el señor Vivas, tras reflexionar entre vaporosos sueños, decida afrontar, una vez más, el reto de las urnas. Incluso no dudarán en preguntar a voz en cuello: ¿Se imaginan ustedes qué sería de esta ciudad sin el liderazgo de un político tan preclaro? Y el fin de la comedia es ya harto conocido.
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