Ha muerto José María Calleja, periodista y escritor, cuando aún era sexagenario. La noticia me sorprende tanto como afligimiento me causa. Le serán dedicados obituarios relacionados con su trabajo en los medios de comunicación. No en vano fue maestro de periodistas. Y también un tertulio hábil en polemizar en programas de radio y televisión. En fin, todo un personaje que no dejaba indiferente a nadie.
Pero no seré yo quien hurgue en esas cuestiones. Pues tuve la suerte de conocer a José María cuando, siendo veinteañero, arribó a Ceuta para hacer el servicio militar, tras haber pedido prórrogas por motivos de estudios y, si mal no recuerdo, de trabajo. El lugar de encuentro fue el Pub Tokio. Negocio que yo regentaba cuando todavía no se había cumplido la mitad de la década de los ochenta. Y donde él acudía casi todos los días, como otros muchos compañeros, durante el tiempo libre que se les concedía en sus respectivos cuarteles.
En el aire de los ochenta flotaba de manera palpable la sensación de que se dejaba atrás una época de tensiones y enfrentamientos maniqueos y de que comenzaría otra caracterizada por la cooperación y el fomento del bienestar general. Aunque es bien cierto que las conversaciones estaban repletas de latiguillos. "Yo ante todo soy demócrata". Era una de las frases más empleadas entonces. Y recuerdo como José María se mordía la lengua, cuando eso sucedía, para no responder con una guasa.
José María Calleja, cuando llegaba al pub, solía sentarse en la esquina de la barra, muy cerca de la caja, para poder charlar conmigo de todo lo habido y por haber. Semejante interacción nos proporcionaba beneficios a ambos. Pues analizábamos la política, el mundo del toro, del fútbol y, naturalmente, de cómo las sevillanas se habían impuesto entre jóvenes, menos jóvenes, y mayores con ganas de lucir palmito en lo que se consideraba un homenaje a los hispalenses socialistas que nos gobernaban.
En ocasiones, a mí me daba por contarle a Calleja mis anécdotas como jugador y entrenador de fútbol. Me acuerdo de cómo se reía cuando le referí la vivida en Valladolid, donde él se crió, durante un partido Valladolid-Mallorca -Estadio José Zorrilla-, siendo entrenador Rudi Gutendorf; alemán que más equipos había dirigido en el mundo del fútbol. José María llegaba a veces con cara de haber tenido un mal día en su destino como soldado. Pero se recuperaba con el primer trago y mis palabras de ánimo.
Tan buenas fueron nuestras relaciones que nunca tuvo inconveniente en contarme sus problemas en una ciudad a la que llegó por necesidad y en la que se fue adaptando. Jamás me defraudó en ningún sentido. Seguí su carrera periodística con enorme interés. Es más, creo que ello me motivó para escribir en periódicos. Mantuvimos contactos telefónicos, después de su licenciamiento, pero un día dejamos de hacerlo. Descanse en paz José María Calleja. A quien tuve la suerte de conocer cuando soñaba con ser quien fue: un destacado y valiente profesional del periodismo.
En el aire de los ochenta flotaba de manera palpable la sensación de que se dejaba atrás una época de tensiones y enfrentamientos maniqueos y de que comenzaría otra caracterizada por la cooperación y el fomento del bienestar general. Aunque es bien cierto que las conversaciones estaban repletas de latiguillos. "Yo ante todo soy demócrata". Era una de las frases más empleadas entonces. Y recuerdo como José María se mordía la lengua, cuando eso sucedía, para no responder con una guasa.
José María Calleja, cuando llegaba al pub, solía sentarse en la esquina de la barra, muy cerca de la caja, para poder charlar conmigo de todo lo habido y por haber. Semejante interacción nos proporcionaba beneficios a ambos. Pues analizábamos la política, el mundo del toro, del fútbol y, naturalmente, de cómo las sevillanas se habían impuesto entre jóvenes, menos jóvenes, y mayores con ganas de lucir palmito en lo que se consideraba un homenaje a los hispalenses socialistas que nos gobernaban.
En ocasiones, a mí me daba por contarle a Calleja mis anécdotas como jugador y entrenador de fútbol. Me acuerdo de cómo se reía cuando le referí la vivida en Valladolid, donde él se crió, durante un partido Valladolid-Mallorca -Estadio José Zorrilla-, siendo entrenador Rudi Gutendorf; alemán que más equipos había dirigido en el mundo del fútbol. José María llegaba a veces con cara de haber tenido un mal día en su destino como soldado. Pero se recuperaba con el primer trago y mis palabras de ánimo.
Tan buenas fueron nuestras relaciones que nunca tuvo inconveniente en contarme sus problemas en una ciudad a la que llegó por necesidad y en la que se fue adaptando. Jamás me defraudó en ningún sentido. Seguí su carrera periodística con enorme interés. Es más, creo que ello me motivó para escribir en periódicos. Mantuvimos contactos telefónicos, después de su licenciamiento, pero un día dejamos de hacerlo. Descanse en paz José María Calleja. A quien tuve la suerte de conocer cuando soñaba con ser quien fue: un destacado y valiente profesional del periodismo.
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