Entre los diferentes géneros de literatura se encuentra la dedicada al terror. La literatura de terror, como su nombre indica, introduce terrores imaginarios en el seno del mundo real. Se centra en el miedo producido por fenómenos vinculados a la oscuridad, la noche, los muertos, el mal; igualmente, tanto lo sobrenatural como lo natural pueden ser fuentes propicias. Una certidumbre cotidiana aparece contradicha por un suceso -real o ilusorio- y genera el espanto. Trata lo imposible no sólo por el hecho de que cause espanto, sino precisamente por su condición de imposible.
Imposible parecía que un virus pudiera sembrar el terror en el mundo actual. Sorprendiendo a tirios y troyanos y matando a mansalva. Malévolo hasta la saciedad, el Covid-19 lleva camino de convertirse en un implacable exterminador del género humano. Pues no cesa de matar en la misma medida que va causando pavor entre quienes saben que, por muchas precauciones que se tomen, nadie está a salvo de recibir su visita. Yo creo que el coronavirus ha terminado ya incluso con las novelas y el cine de terror. Debido a que no creo que ninguna historia al respecto pueda ya causarle miedo a nadie. Y mucho menos las de ficción.
Lo cierto es que nuestros miedos deben ir cediendo, aunque sin perderle la cara al bicho; dado que el miedo es un lastre que nos condiciona, nos empequeñece y nos va devorando hasta quitarnos las ganas de vivir. Lo cual no deja de ser un estado malsano que acaba abocándonos a rodar por la ladera conducente a la sima. Así que lo mejor es pensar ya en salir a la calle cuando lo apruebe el Gobierno y volver a respirar el aire del mar. Y convencidos, además, de lo que dice el refranero: "Que si se supera el mes de abril se tiene asegurada la vida durante el resto del año".
Ahora bien, conviene recordar que en este mundo las alegrías nunca son completas. De hecho, ya se viene anunciando una crisis económica, mayor que la del 2008, donde déficit público y paro irán cogidos de la mano. Otra situación que volverá a generar pánico entre quienes se queden sin empleo. Porque en esta vida es preferible trabajar como un animal para vivir como una persona, porque si no trabajas vivirás peor que un animal. O sea.
Lo cierto es que nuestros miedos deben ir cediendo, aunque sin perderle la cara al bicho; dado que el miedo es un lastre que nos condiciona, nos empequeñece y nos va devorando hasta quitarnos las ganas de vivir. Lo cual no deja de ser un estado malsano que acaba abocándonos a rodar por la ladera conducente a la sima. Así que lo mejor es pensar ya en salir a la calle cuando lo apruebe el Gobierno y volver a respirar el aire del mar. Y convencidos, además, de lo que dice el refranero: "Que si se supera el mes de abril se tiene asegurada la vida durante el resto del año".
Ahora bien, conviene recordar que en este mundo las alegrías nunca son completas. De hecho, ya se viene anunciando una crisis económica, mayor que la del 2008, donde déficit público y paro irán cogidos de la mano. Otra situación que volverá a generar pánico entre quienes se queden sin empleo. Porque en esta vida es preferible trabajar como un animal para vivir como una persona, porque si no trabajas vivirás peor que un animal. O sea.
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