Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 15 de abril de 2020

La depresión televisada


Hay conocidos que me hablan de cómo el enclaustramiento les ha devuelto el deseo de leer algún que otro libro de los que adornan un mueble de la salita de estar donde también se halla el televisor. Aunque terminan reconociendo que pasan muchas horas viendo la televisión. Y me acuerdo del estribillo existente desde hace muchos años sobre la depresión televisada, procediendo de hombres y mujeres de medios muy diferentes. Que es lo que está ocurriendo ya.

Si pones la televisión por la mañana te expones a que te amarguen el desayuno. Por más que te haya levantado con ánimos suficientes, después de haber dormido de un tirón las horas adecuadas. Y se produce por el carácter siniestro de cuanto nos van contando. Tal vez porque alguien crea que cuanto más inquietas están las gentes mejor aceptan las normas estipuladas por el estado de alarma.

Si enchufas el aparato a las tres de la tarde, durante la comida, te puedes enterar de que ha recaido un matrimonio que había superado la enfermedad. Y allá que la presentadora del medio no duda en asaetear al marido con preguntas capaces de quitarle el apetito a cualquiera por encogimiento del ombligo. De modo que el segundo plato y el postre pierden todo su interés para todas las personas que no están sobradas de ánimo.

Y qué decir de los días en los que la televisión pública nos muestra a un ministro discurseando sobre cuanto viene haciendo el Gobierno en relación con la pandemia. Sin darse cuenta de que uno de los motivos de la cada vez más "desafección de los ciudadanos", en lo que se refiere a la política, es el discurso empleado por los profesionales de la cosa pública. Discursos que, salvo rara excepción, quitan el apetito.

Lo cual sucede porque los ministros cada vez dicen menos y emplean más tiempo en decir menos. Declaran por hábito lo contrario a lo que piensan o desvían la conversación hacia asuntos triviales para perder tiempo. La primera condición para ser político es no ser idiota. La segunda, no tratar a los demás como idiota. En fin, que me he propuesto ver la televisión lo menos posible. No vaya a ser que me quite las ganas de comer y que me tenga acoquinado desde que amanece hasta que anochece. 






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