Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 10 de abril de 2020

El imaginero


Durante años, en la Semana de Pasión, estuve yo publicando la anécdota del imaginero de Sevilla.  Hasta que un día, de hace ya tiempo, la metí en el baúl de los recuerdos. Hoy me he acordado de ella y he decidido airearla nuevamente. El lance me fue contado en 1979 durante la sobremesa de una  noche veraniega en La Costilla: restaurante de Rota. 

Quienes manejaban la conversación eran Beni de Cádiz, su hermano Amor y Pepe Jiménez El Bigote. Tres personajes cuyas experiencias vividas, en los años duros de la posguerra, llevaban el sello de la mejor picaresca española. La gracia de El Beni, la teatralidad festiva de Amor y los desplantes de ira falsa en las batallas contadas por El Bigote, suponían el mejor antidoto contra la tristeza y contra cualquier atisbo de angustia o depresión. Y quien escribe no paró de reírse a mandíbula batiente.

Casi al final de la velada, y cuando parecía que nada quedaba ya por decir, se habló de la doble moral y salió a relucir el relato de unos amigos sevillanos del trío, que me era ajena. Se trataba de la amistad entre un director de banco y un tallista. Un artista hacedor de imágenes y muy popular en la capital hispalense. El director de banco, recién elegido hermano mayor de una cofradía, se dedicó a pedirle a su amigo, machaconamente, que le tallara una virgen para lucirla en la Semana Santa.

El artista le respondió que estaba saturado de trabajo y que, por tanto, le era imposible aceptar su encargo. La insistencia y la amistad obraron el milagro y la imagen cobró vida... Al cabo de dos años, el imaginero presentó la factura y viendo que pasaba el tiempo y que su amigo, el director de banco, se hacía el lipendi, le preguntó por la causa del impago. 

La contestación no se hizo esperar.

-Mira, amigo, como director de banco jamás incumpliré ningún compromiso adquirido. Porque mi honradez en el empleo es harta conocida. Pero como hermano mayor de la cofradía de..., te digo que no te pagaré porque la hermandad carece actualmente de dinero y nadie quiere hacerse cargo de la deuda contraida por mí.

El imaginero, hombre corpulento y sensible, le midió las costillas al amigo y director de banco. Lo sucedido se propaló por toda Sevilla y, al parecer, el banquero fue trasladado, por impopular, a otra ciudad. He aquí, pues, la forma de actuar que tienen muchas personas, acomodando sus decisiones al cargo que ostentan y nunca al deber moral.

En lo contado por Amor, hermano de El Beni de Cádiz, está claro que el director de banco era una persona capaz de engañar al lucero del alba. Era, sin duda alguna, un sujeto nada fiable, oculto tras un cargo de director. Un puesto que infundía confianza para atrapar incautos y, luego, hacerles la trastada.

Lo de la doble moral es algo que nunca pasa de moda, lo mismo que el andar por la vida valiéndose de las actitudes imprecisas o vagas. Lo que conocemos como medias tintas. Una forma de ser que ni siquiera está bien vista en ese saco roto de la política donde dicen que caben todas las malas acciones habidas y por haber. 





 

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