Decido releer un anuario de imágenes y textos y lo abro por la página en la cual dejé una señal la última vez que lo tuve entre mis manos. Ya no me acordaba de que la marca se trataba de una copia correspondiente a un artículo que le había dedicado a Elena Sánchez mucho antes de que ésta falleciera en la habitación de un hotel de Madrid. Adonde había acudido en comisión de servicio. Dado que era consejera de Fomento y portavoz del Gobierno presidido por Juan Vivas.
Lo de Elena ocurrió en mayo de 2006. Cómo pasa el tiempo... Mejor dicho: "No es el tiempo el que pasa, los que pasamos somos nosotros". Aunque los recuerdos prevalecen. Máxime cuanto todos los días transito por los Jardines que llevan su nombre y veo su busto. A veces se me ocurre bisbisear algo que a ella le hacía mucha gracia cuando coincidíamos en una cafetería céntrica y nos poníamos a pegar la hebra.
Con Elena daba gusto conversar. Debido a que solía prestar toda la atención del mundo a su interlocutor. Ni siquiera cuando carecía de tiempo daba muestras de impaciencia. Puesto que su educación le impedía dejar a nadie con la palabra en la boca. Como portavoz del Gobierno supo superar la timidez que anidaba en ella. Amén de controlar los nervios que arrastraba por causa ajena a su voluntad.
En ocasiones, con la sencillez que la caracterizaba, me advertía de lo mal que sentaban mis opiniones en el círculo de poder político. Y mi respuesta era siempre la misma: "No merece la pena escribir si uno no enoja a alguien". Inmediatamente, me contestaba: "Eres un caso perdido, Manolo". Estuvismo charlando en la víspera de lo suyo... Y acabó pidiéndome un favor: el abogado tal me dicho que no es conveniente que publiques la entrevista que me hiciste ayer. Y le prometí que sus confesiones no verían la luz. Promesa que he cumplido.
Hoy, sin embargo, cuando por azar he hallado el artículo que le dediqué a Elena Sánchez -en una sección titulada Apuntes de seis días-, he accedido una vez más a la entrevista que me concedió entonces. Un entonces de hace la friolera de catorce años. No obstante, cuanto me contó ella sigue gozando de actualidad. Y es que en Ceuta hay políticos que van sumando años... Pero siguen actuando como si fueran los dueños del lugar.
Con Elena daba gusto conversar. Debido a que solía prestar toda la atención del mundo a su interlocutor. Ni siquiera cuando carecía de tiempo daba muestras de impaciencia. Puesto que su educación le impedía dejar a nadie con la palabra en la boca. Como portavoz del Gobierno supo superar la timidez que anidaba en ella. Amén de controlar los nervios que arrastraba por causa ajena a su voluntad.
En ocasiones, con la sencillez que la caracterizaba, me advertía de lo mal que sentaban mis opiniones en el círculo de poder político. Y mi respuesta era siempre la misma: "No merece la pena escribir si uno no enoja a alguien". Inmediatamente, me contestaba: "Eres un caso perdido, Manolo". Estuvismo charlando en la víspera de lo suyo... Y acabó pidiéndome un favor: el abogado tal me dicho que no es conveniente que publiques la entrevista que me hiciste ayer. Y le prometí que sus confesiones no verían la luz. Promesa que he cumplido.
Hoy, sin embargo, cuando por azar he hallado el artículo que le dediqué a Elena Sánchez -en una sección titulada Apuntes de seis días-, he accedido una vez más a la entrevista que me concedió entonces. Un entonces de hace la friolera de catorce años. No obstante, cuanto me contó ella sigue gozando de actualidad. Y es que en Ceuta hay políticos que van sumando años... Pero siguen actuando como si fueran los dueños del lugar.
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