Manuel Hernández, secretario del PSOE de Ceuta, después de culpar a nuestro alcalde de todos los males políticos y sociales que padece la ciudad, le ha vuelto a pedir que se vaya. Que se dé el piro. Que se naje. Lo cual es como predicar en el desierto. Pues el señor Hernández sabe que el arte de dimitir es poco frecuente entre los políticos y mucho menos en el monterilla que rige los destinos de esta tierra.
A Juan Vivas no se le ha pasado nunca por la cabeza la posibilidad de dejar el cargo. Debido a que se ve incapacitado para prescindir de los inciensos y ventajas del poder casi omnímodo que lleva ejerciendo desde hace dos décadas. Normal en una persona que asumió muy pronto que en esta vida atender a los ricos produce más beneficios que preocuparse por los pobres. Y que mandar en 'La Casa Grande' (Ayuntamiento) le permite decidir quiénes son los buenos o los malos del lugar.
Nuestro alcalde es muy selectivo. Modo de ser que suele darse entre las personas de clase media con ínfulas de grandeza. Y por tanto cree distinguir las diferencias existentes entre el "hombre-minoría" y el "hombre masa". Así que los hombres-minorías serán los encargados de conducir el rebaño de los hombres-masas. Siempre y cuando los primeros le rindan pleitesía.
El lenguaje de Vivas se ha ido convirtiendo en vulgar, tedioso y demagógico: ya no suscita ni ilusión ni esperanza. Sólo habla para contradecirse, o para enturbiar lo que está claro y parezca más profundo así. Hace ya años que viene dando pruebas palpables del miedo que siente a vivir sin cargo. Máxime cuando está convencido de haber dilapidado el aprecio casi generalizado de los ceutíes. O sea, que es consciente de que pocos se acordarán de él cuando deje de ser el monterilla que deseaba recibir honores mayúsculos el día de su adiós.
La última manifestación, la del 28 de febrero, fue fiel reflejo del malestar que suscita su forma de proceder como alcalde. Un alcalde que se fue quemando a fuego lento en su propia salsa. Sin percatarse de que se le notaba demasiado que era, en todos los sentidos, un muchacho de clase media que aspiraba a ser de clase alta. Una vez lograda esa posición debería, sin duda alguna, reflexionar sobre la necesidad que tiene de dimitir. Y me explico:
-Cuando un político, de mayor o menor envergadura, necesita defenderse como gato panza arriba, la gente está en su derecho de manifestarse cada dos por tres.
-Cuando un político, de mayor o menor envergadura, necesita defenderse como gato panza arriba, la gente está en su derecho de manifestarse cada dos por tres.
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