El dardo en la palabra

Fechas atrás, en un programa de radio dedicado a los libros, le oí decir a un profesor que El dardo en la palabra y El nuevo dardo en la palabra ocupaban sitios preferentes en los anaqueles de su biblioteca. Y dije para mí: la obra de don Fernando Lázaro Carreter es indispensable para cuantos quieran hablar y escribir correctamente y sobre todo para los profesionales del periodismo. Son dos libros que les conviene consultar cada equis tiempo para no meter la pata hasta el corvejón.

Don Fernando decía que el gremio de los cronistas deportivos era el más resistente a cualquier terapia idiomática. Aun así (el filólogo, profesor y director de la Real Academia Española), no se daba por vencido en su tarea de hacernos comprender que el idioma bien empleado es bien entendido y apreciado por las personas poco instruidas, mientras que las rarezas y las extravagancias, aunque no sean percibidas por esas personas, estremecen a quien sí posee alguna instrucción.

Ayer me acordé, una vez más, de los dardos... Durante las transmisiones de dos partidos de fútbol. Cosa rara en mí: ya que me cansa ver tanto fútbol. La voz de los locutores era inmejorable como clara su dicción. Pero no cesaban de caer en las mismas incorrecciones de siempre: "Restan  diez minuto de juego...". Con lo fácil que les sería decir algo así como: Quedan diez minutos de partido. Faltan diez minutos para que acabe el partido.

Los narradores de partidos y comentaristas, la verdad sea dicha, tampoco son muy dados a rectificar cuando cometen faltas de concordancia. Que suelen ser muchas. Y, por supuesto, siguen sin renunciar a expresarse así: "Faltas sobre Fulano" y los pases sobre mengano" que no dejan de prodigarse.  Lázaro Carreter se pregunta en El dardo y la palabra: ¿No son faltas a y pases a?

Ni que decir tiene que las enseñanzas del maestro Lázaro Carreter han caido en saco roto para muchos profesionales del periodismo. Sobre todo en el gremio de narradores y glosares del deporte rey. El cual es seguido por millones de aficionados de todas las edades. Quienes, mayoritariamente, creen a pie juntillas que hablar así es lo correcto. Conque día llegará, no tardando mucho, que la confusión de nuestra lengua sea una realidad. Si no lo es ya.