Son palabras de un amigo, partidario del Barcelona, nada más terminar el partido en Mestalla. Antes de colgar el teléfono, debido a que está apesadumbrado, remata el titular con una revolera: "El entrenador de mi equipo tiene más tonterías que un mueble bar". Y a mí me parece que mi amigo, a quien considero persona moderada, tiene motivos más que suficientes para decirme incluso que Quique Setién es muy dado a contarnos el cuento del alfajor por sistema.
El cuento del alfajor del equipo dirigido por el entrenador cántabro duró nueve minutos escasos. En los que el Barcelona abusó de la posesión mientras que el Valencia replegado y marcando como mandan los cánones no les permitió a los visitantes disparar a puerta salvo en dos faltas lanzadas por Messi. Escaso bagaje para un conjunto que además dio muestras de debilidades defensivas en cuanto los hombres de Celades decidieron contraatacar.
Los contragolpes del conjunto local empezaron a producirse por pérdidas de balones causadas por una posesión estéril del esférico, llevada a cabo por todo el conjunto y sobre todo por un centro del campo compuesto por Busquets, De Jong y Arthur. Una línea que ni se hacía notar en ataque ni mucho menos en defensa. Prueba de ello es que a los diez minutos Gayá -aprovechando el despiste de Sergi Roberto- fue derribado por Piqué dentro del área.
Maxi Gómez no pudo batir a Ter Stegen desde los once metros. Y a partir de ahí, el portero alemán evitó tres goles que se daban por hechos. Fueron los mejores momentos de un Valencia que jugaba con celeridad el balón y que era capaz de llegar al marco contrario con dos o tres toques. Fútbol vibrante y práctico... No contrarrestado por el Barcelona en ningún momento. Ni teniendo el balón mucho tiempo. Ni jugando en campo contrario. Ni recurriendo a la paciencia para no perder balones en zonas comprometidas. Ni bla, bla, bla...
En la segunda parte, precisamente cuando el Barcelona -no sé si por decisión de su entrenador o bien porque así lo quisieron sus jugadores- cambió su estilo de juego; es decir, aminorando los toques y haciendo un fútbol más directo, Maxi Gómez marcó el primer gol de su equipo. Tanto tempranero que le permitió a los de Celades defender en bloque y en propio campo. Situación en la que Paulista estuvo colosal y Gayá siguió siendo en los contragolpes un quebradero de cabeza para Sergi Roberto.
Fue entonces, en esos momentos en los que el partido aún no estaba decidido, cuando el Barça echó de menos a Luis Súarez. Máxime cuando Messi estuvo desacertado en las jugadas a balón parado. A Setién, el entrenador que se jacta de decir que no le agrada ganar jugando mal, se le ocurrió entonces recurrir a Arturo Vidal. Cuya presencia en el campo, según dicen quienes son defensores acérrimos del juego de posesión por sistema, provoca desorden. Es decir, que con él no hay manera de jugar bien. Lo cual no deja de ser una auténtica contradicción o bien una mentira como una catedral de grande.
Lo cierto es que el Barcelona pasó a dominar el partido y se fueron sucediendo momentos de peligro para un Valencia que supo cómo evitar que Messi obrara el milagro del empate. Así, cuando parecía que el fútbol sin remilgos del conjunto azulgrana podía dar resultado, llegó el segundo gol de Maxi Gómez al alimón con Alba. Tanto que aseguraba la victoria de los valencianos ante un equipo cuyo entrenador, por tener más tonterías que un mueble bar, le ha cambiado el buen paso que llevaba con Ernesto Valverde en todas las competiciones.
Maxi Gómez no pudo batir a Ter Stegen desde los once metros. Y a partir de ahí, el portero alemán evitó tres goles que se daban por hechos. Fueron los mejores momentos de un Valencia que jugaba con celeridad el balón y que era capaz de llegar al marco contrario con dos o tres toques. Fútbol vibrante y práctico... No contrarrestado por el Barcelona en ningún momento. Ni teniendo el balón mucho tiempo. Ni jugando en campo contrario. Ni recurriendo a la paciencia para no perder balones en zonas comprometidas. Ni bla, bla, bla...
En la segunda parte, precisamente cuando el Barcelona -no sé si por decisión de su entrenador o bien porque así lo quisieron sus jugadores- cambió su estilo de juego; es decir, aminorando los toques y haciendo un fútbol más directo, Maxi Gómez marcó el primer gol de su equipo. Tanto tempranero que le permitió a los de Celades defender en bloque y en propio campo. Situación en la que Paulista estuvo colosal y Gayá siguió siendo en los contragolpes un quebradero de cabeza para Sergi Roberto.
Fue entonces, en esos momentos en los que el partido aún no estaba decidido, cuando el Barça echó de menos a Luis Súarez. Máxime cuando Messi estuvo desacertado en las jugadas a balón parado. A Setién, el entrenador que se jacta de decir que no le agrada ganar jugando mal, se le ocurrió entonces recurrir a Arturo Vidal. Cuya presencia en el campo, según dicen quienes son defensores acérrimos del juego de posesión por sistema, provoca desorden. Es decir, que con él no hay manera de jugar bien. Lo cual no deja de ser una auténtica contradicción o bien una mentira como una catedral de grande.
Lo cierto es que el Barcelona pasó a dominar el partido y se fueron sucediendo momentos de peligro para un Valencia que supo cómo evitar que Messi obrara el milagro del empate. Así, cuando parecía que el fútbol sin remilgos del conjunto azulgrana podía dar resultado, llegó el segundo gol de Maxi Gómez al alimón con Alba. Tanto que aseguraba la victoria de los valencianos ante un equipo cuyo entrenador, por tener más tonterías que un mueble bar, le ha cambiado el buen paso que llevaba con Ernesto Valverde en todas las competiciones.
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