Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 24 de diciembre de 2019

Sin estrés positivo no hay vida


Mirando los libros que permanecen en los anaqueles del mueble situado en la sala donde escribo y leo, se deja ver más que ningún otro Vivir el placer; escrito por Giacomo Dacquino y que obra en mi poder desde 1986. Así que tiempo he tenido de releerlo. Lo cual no obsta para que hoy decida hojearlo. Y vuelve a llamar mi atención el capítulo que hace referencia al estrés positivo. Hasta el punto de afirmar que sin estrés no habría vida. Y lo explica así.

"Bien es cierto que cuando la tensión psíquica queda reducida al mínimo, el individuo pierde la alegría de vivir, se aburre y se deprime, volviéndose apático e irritable, porque aburrimiento y depresión son fuentes de tensión negativa. De modo que una cierta entrada en la corriente sanguínea de adrenalina, provocada por situaciones de estrés (trabajo, deportes, etc.) es positiva porque sirve para incrementar las defensas fisiológicas contra las enfermedades. Dicho de otra forma, las ganas de luchar, la tensión para desarrollar un determinado trabajo contribuyen a no enfermarse o a curarse más rápidamente". 

Doctores tiene la Iglesia como para que yo me crea a pie juntillas lo que tantas veces he leído al respecto del estrés positivo. Aunque yo recuerdo lo bien que a mí me sentaba acudir presto a la llamada de cualquier presidente o secretario técnico de un equipo que ocupaba el último o penúltimo puesto de la clasificación y cuya salvación parecía misión imposible. Inmediatamente notaba el chute de adrenalina que me corría por la sangre. A partir de ese momento, me olvidaba de casi todo lo que no fuera recuperar para la causa de la salvación a los jugadores y de contagiar mi optimismo entre directivos y aficionados del club. 

Cuando conseguía mi objetivo, que no era fácil, me relajaba durante cierto tiempo. Y en ocasiones desechaba ofertas a fin de volver a ser llamado para enrolarme en otra tarea de salvación a la desesperada. Eso sí, cuando se alargaba la llamada, el aburrimiento se apoderaba de mí, y tardaba nada y menos en volverme apático e irritable. Y hasta presentaba episodios que eran diagnosticado por el médico de turno como distonía neurovegetativa.

A veces, cuando hablo con algunos jugadores que estuvieron conmigo en situaciones donde  cualquier desliz se pagaba con el descenso de categoría, y me preguntan qué echo de menos de mi andadura como entrenador, les respondo a media vuelta de manivela: el subidón de adrenalina que me proporcionaba esa aventura de ahorrarles descensos a equipos que ya daban por desahuciados. Tarea que no deja de tener sus secretos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.