Un amigo mío, curtido en mil batallas y acostumbrado a vivir solo desde que empezó a vestir pantalones largos, cuando se le preguntaba al respecto no dudaba en contarnos el placer que obtenía de la soledad asumida. Una opción que -según él- le había proporcionado ventajas indiscutibles. Las cuales, llegado el caso, iba enumerando ante la atención de quienes a veces nos compadecíamos de su modo de vivir.
En ocasiones, yo deslizaba en la conversación algo que a mí me dijeron en un momento determinado: "Cuando la vida se vuelve seria, todos y cada uno de nosotros nos sentimos solos ante situaciones que no controlamos. Esa soledad varía según las horas del día, los períodos del año o las fases de la vida. Diciembre, por ejemplo, es uno de los meses en que muchas personas se sienten más solas, especialmente cuando no tienen o han perdido los lazos afectivos".
En los días que preceden a las fiestas de navidad y de año nuevo, los que están solos aún se sienten más solos, porque no dejan de pensar en los demás colmados por el calor de la familia, rodeados por los seres queridos. Por esta razón, en el período que antecede a las navidades, la mayoría de ellos están emotivamente solos (aunque no siempre lo estén físicamente) y, por tanto, aún se sienten más desesperados, con más frío por "dentro", con menos ganas de vivir por esa orgía de falso calor, de falso amor, de esa puesta en escena de quererse todos mucho, que la publicidad de los medios de comunicación nos dispensa para hacernos consumir más, para vender más.
Cuando tales personas lleguen a comprender que a menudo también aquellos a quienes quizá envidian están tan solos como ellos, aunque no lo dejen traslucir, es cuando podrán darse cuenta de que la soledad no es una suerte sólo reservada a unos pocos desgraciados, sino una realidad de todos, al menos en cierto momento de la vida.
No deja de ser humano, y mi amigo lo era, ocultar la propia soledad a los demás, incluso al médico y acudir a él so pretexto de una dolencia física, mientras que en realidad padecía de soledad. Es entonces, cuando quien se halle en esa tesitura, debería echarse a la calle a compartir la algarabía de las fiestas navideñas. Y hasta podrá comprobar lo vacía que puede estar una ciudad aparentemente llena de gente.
Adenda: mi deseo de mejora para todas esas personas que están obligadas a pasar las fiestas ingresadas en el Hospital Universitario.
Adenda: mi deseo de mejora para todas esas personas que están obligadas a pasar las fiestas ingresadas en el Hospital Universitario.
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