Isco Alarcón fue fichado en junio de 2013. Con el visto bueno de Florentino, Ancelotti y Zidane. Lleva, por tanto, seis temporadas en el Madrid. Y nunca ha entendido que donde más rinde es como mediapunta. Teniendo como referencia al mediocentro defensivo del rival. El mejor partido que Isco ha hecho, desde que está en el equipo blanco, fue en el ya derruido Vicente Calderón.
Ocurrió en noviembre de 2016. Cuando Koke, situado en el centro del centro del campo, como escudo de su defensa, le permitió al malagueño jugar a placer. En aquel partido, Gabi, Koke y Saúl, los tres centrocampistas rojiblanco, quedaron disminuidos por la portentosa actuación del jugador malagueño. La cual hizo patente que esa era la demarcación que mejor casaba con las cualidades del jugador nacido en Arroyo de la Miel.
Isco Alarcón, sin embargo, por orden de sus entrenadores o porque él lo creyó conveniente, decidió jugar a su albedrío nuevamente. Esto es, yendo de un lado para otro, sin ton ni son, y sobre todo tratando de imponer el ritmo y el estilo que a él más le apetecía. Un regate por aquí; uno, dos o tres pasecitos cortos, ma allá, amén de recrearse en la suerte de un ruleta innecesaria o de un caño mirando al tendido de quienes no dudaban que había merecido la pena pagar una entrada por ver semejantes adornos.
El Madrid, con ese Isco incapaz de chutar desde la media distancia, sin dar asistencias a los espacios libres por donde se desmarcaban sus compañeros, haciendo prevalecer con su forma de obrar el juego ralentizado, dando a los rivales la oportunidad de replegarse, fue perdiendo su identidad. Mientras que el jugador no dejó de ser elogiado por la prensa con desmesura cuando sus actuaciones eran de cara a la galería, y no dudaban en disculparle cuando pegaba un petardo. El tratamiento no dejó de ser, en todo ese tiempo, especial. Es decir, trato privilegiado.
Hubo un momento en el cual Zidane, declarado protector del malagueño, se hartó de él. Sucedió, cito de memoria, en Ipurua. Lo lamentable llegó con Solari. Quien tuvo el arrojo suficiente para decirle que no estaba en condiciones de jugar. No sólo por no adaptarse al estilo de juego merengue, que también, sino porque pesaba por dos. El proceder de Hernán Solari fue llamado desencuentro con Isco. Y ahora no han dudado en decirnos que ZZ lo ha recuperado para la causa.
Y yo me pregunto: tenía Solari, cuando sustituyó a Lopetegui, la culpa de que el sobrepeso de Isco se viera a la legua. Y de que a los diez minutos de estar en el campo anduviera ya con un palmo de lengua fuera. O sea, asfixiado. Pues bien, Isco Alarcón ha tenido dos actuaciones buenas. Frente al PSG y Deportivo Alavés. Buenas a secas. Pero no para echar las campanas al vuelo. Como he venido leyendo y oyendo durante varios días.
Eso sí, nadie se ha percatado de que con Isco en el campo, jugando a su aire, baja el rendimiento de varios futbolistas importantes en el Madrid. Sobre todo cuando decide desertar de su posición como mediapunta para dedicarse a organizar e imponer su ritmo de juego, aderezado por arabescos varios. Sean prudente, pues, quienes no escatiman elogios para un futbolista que aparece y desaparece como el Guadiana. Y todo por su culpa: por no adaptarse a la demarcación que mejor le va. Y por engordar cuando a él le apetece.
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