Coincido con él en la calle de Jáudenes. Y nos ponemos a charlar. Es un profesor -jubilado hace ya tiempo- con quien hice buenas migas nada más llegar yo a Ceuta. Tras los saludos de rigor, decido preguntarle acerca de la actualidad política, y me dice que sigue pensando lo mismo que me contó hace ya varios años. Y, dado que ambos carecíamos de tiempo, nos despedimos. Eso sí, he tardado nada y menos en buscar Mi querido profesor: título del artículo publicado el 29 de abril de 2016. Y he creído conveniente reproducirlo. Pues en él se refleja perfectamente que nada ha cambiado desde entonces.
Mi querido profesor, muy conocido por su bagaje cultural y político, se expresó así:
-De los cuarenta y tantos millones de ciudadanos que votan, solamente quince están informados para la responsabilidad del protagonismo; otros quince están informados a medias; y los restantes carecen de información. Así está la soberanía popular... Y delante de ella, para excitarla y seducirla, aparecen los políticos listos, los embaucadores, los pícaros, algunos virtuosos, ciertas camándulas, también ambiciosos de botín, ejemplares magníficos de desvergonzados, ideología de guardarropía... Y suma y sigue, querido Manolo.
Mi querido profesor, a quien conocí en 1982, cuando la palabra democracia sonaba a todas horas como si fuera el bálsamo de Fierabrás, solía decir, en una tertulia muy conocida, que entre los políticos se advierte frecuentemente la zafiedad, la demagogia, la venalidad y la torpeza; y todo ello porque en la política priman las ambiciones, la mediocridad, y los odios cainitas por encima de los intereses del pueblo. Y remataba su faena con la siguiente revolera: "Me importa un bledo y parte del otro que me miréis de manera esquinada por despreciar mis opiniones".
Decidí preguntarle si la democracia, con el paso de los años, se había ido deteriorando hasta hablarse de ella de manera desdeñosa y hasta con desprecio. Y, tras tomarse un respiro, el profesor respondió: "En realidad, dada la nefasta situación política reinante, resulta tarea fácil a los ciudadanos poner el grito en el cielo contra el sistema considerado menos malo. Así las cosas, no hay más remedio que aceptar la democracia, porque la dictadura es pastores y ovejas".
-¿Qué te parece el líder de Podemos?
Tengo la impresión de que Pablo Iglesias, cuando cantaba de muchacho en el coro de su barrio, pues tengo entendido que le gustaba tocar la guitarra y cantar, lanzaba un gallo adrede para distinguirse de los demás. Acierte yo o no, mi creencia indica muy bien cuál es el carácter del personaje.
-Vamos, que no es de tu devoción política...
-No. Y debo decirte que procuro no irritarme cuando lo veo perorar en las televisiones. Pues corro el riesgo de que mi tensión me dé un disgusto. En fin, me molesta su tono personal. Tiene, además, demasiada palabrería y cursilería para ser creíble.
-¿Entonces?
-¡Ajo y agua! ¡Ajo y agua!
Mi querido profesor, muy conocido por su bagaje cultural y político, se expresó así:
-De los cuarenta y tantos millones de ciudadanos que votan, solamente quince están informados para la responsabilidad del protagonismo; otros quince están informados a medias; y los restantes carecen de información. Así está la soberanía popular... Y delante de ella, para excitarla y seducirla, aparecen los políticos listos, los embaucadores, los pícaros, algunos virtuosos, ciertas camándulas, también ambiciosos de botín, ejemplares magníficos de desvergonzados, ideología de guardarropía... Y suma y sigue, querido Manolo.
Mi querido profesor, a quien conocí en 1982, cuando la palabra democracia sonaba a todas horas como si fuera el bálsamo de Fierabrás, solía decir, en una tertulia muy conocida, que entre los políticos se advierte frecuentemente la zafiedad, la demagogia, la venalidad y la torpeza; y todo ello porque en la política priman las ambiciones, la mediocridad, y los odios cainitas por encima de los intereses del pueblo. Y remataba su faena con la siguiente revolera: "Me importa un bledo y parte del otro que me miréis de manera esquinada por despreciar mis opiniones".
Decidí preguntarle si la democracia, con el paso de los años, se había ido deteriorando hasta hablarse de ella de manera desdeñosa y hasta con desprecio. Y, tras tomarse un respiro, el profesor respondió: "En realidad, dada la nefasta situación política reinante, resulta tarea fácil a los ciudadanos poner el grito en el cielo contra el sistema considerado menos malo. Así las cosas, no hay más remedio que aceptar la democracia, porque la dictadura es pastores y ovejas".
-¿Qué te parece el líder de Podemos?
Tengo la impresión de que Pablo Iglesias, cuando cantaba de muchacho en el coro de su barrio, pues tengo entendido que le gustaba tocar la guitarra y cantar, lanzaba un gallo adrede para distinguirse de los demás. Acierte yo o no, mi creencia indica muy bien cuál es el carácter del personaje.
-Vamos, que no es de tu devoción política...
-No. Y debo decirte que procuro no irritarme cuando lo veo perorar en las televisiones. Pues corro el riesgo de que mi tensión me dé un disgusto. En fin, me molesta su tono personal. Tiene, además, demasiada palabrería y cursilería para ser creíble.
-¿Entonces?
-¡Ajo y agua! ¡Ajo y agua!
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