Hace ya muchos años entrené a un equipo en cuya plantilla había seis jugadores procedentes de la entonces llamada Primera División. Todos habían sido titulares en bastantes ocasiones. Y la Segunda División les parecía un castigo para ellos. A cada paso recordaban su palmarés y sobre todo analizaban minuciosamente mis decisiones; debido a que yo no había jugado en la llamada categoría de oro.
Combatía yo semejante proceder, al margen del exito obtenido en otros equipos, demostrando que mi manejo del balón era irreprochable. Y así se reflejaba en las acciones técnicas: en los 'rondos', en los partidos de cinco contra cinco y en los de once contra once, cuando la ocasión lo requería. Incluso los porteros las pasaban canuta cuando decidía ponerlos a prueba con los tiros desde la media distancia. Tampoco me privaba de correr en la cabeza del grupo cuando primaba la resistencia aeróbica. Y, desde luego, competía en los lanzamientos de penalti con el más pintado.
A partir de ahí se establecían las mejores relaciones con quienes estaban convencidos de que haber pertenecido a la nobleza del deporte rey les daba un plus de distinción. Es lo que no ha podido hacer, por no haber jugado al fútbol como profesional, Robert Moreno. El otrora ayudante de Luis Enrique, por muchos conocimientos que tenga en tecnología punta, se vio obligado a ser un seleccionador condescendiente con los caprichos de los seleccionados. Depositando toda su confianza en 'El Gran Capitán'.
Sergio Ramos manda en el Madrid y también en la Roja. Nominación, por cierto, que es el colmo de la cursilería. Nunca antes, en la historia del fútbol español, hubo nadie ejerciendo de capitán con poderes de ordeno y mando como el camero. Se hace presente antes, durante y despúes de los partidos. Su palabra es palabra de rey. Y sus compañeros, estén o no de acuerdo, asumen sus decisiones con el debido respeto. De lo contrario...
Robert Moreno entendió muy pronto que cualquier idea del 'Gran Capitán' había que llevarla a cabo. Lo cual le garantizaba la aceptación del resto de jugadores. Así como el rendimiento en el terreno de juego. Y las victorias fueron llegando en un grupo de los considerados accesibles. Y no se echó de menos a Luis Enrique. Pero los dirigentes de la Real Federación Española de Fútbol se dieron cuenta muy pronto de que el seleccionador había decidido someterse a las directrices que marcaban algunos jugadores. Y decidieron cortar por lo sano.
Luis Rubiales y José Francisco Molina han sido futbolistas y saben perfectamente que el capitan de un equipo, y mucho menos del que representa a España, no debe convertirse en un líder que influya en casi todas las decisiones que toma el entrenador. Y han actuado con celeridad. Sin pensar en el que dirán quienes aprovechan las victorias frente a combinados inferiores para despotricar contra ellos. Aunque lo que menos esperaban es que el seleccionador derramara lágrimas a granel cuando se enteró de su destitución.
Las lágrimas de Robert Moreno, con todos mis respetos, no creo que fueran oportunas. Los profesionales tienen sentimientos, claro que sí; pero también han de estar preparados para retorcerles el cuello en según qué momentos. Y el de ayer era uno de ellos. La forma de comportarse del ya exseleccionador, digan lo que digan los demás, lo que ha propiciado es poner en contra de Luis Enrique a muchísimos aficionados. Quienes no se han percatado de que Robert Moreno, gracias a dirigir a la Selección española, podrá entrenar en La Liga Santander. Aunque jamás haya sido capaz de darle dos toques seguidos a un balón. O sea.
Sergio Ramos manda en el Madrid y también en la Roja. Nominación, por cierto, que es el colmo de la cursilería. Nunca antes, en la historia del fútbol español, hubo nadie ejerciendo de capitán con poderes de ordeno y mando como el camero. Se hace presente antes, durante y despúes de los partidos. Su palabra es palabra de rey. Y sus compañeros, estén o no de acuerdo, asumen sus decisiones con el debido respeto. De lo contrario...
Robert Moreno entendió muy pronto que cualquier idea del 'Gran Capitán' había que llevarla a cabo. Lo cual le garantizaba la aceptación del resto de jugadores. Así como el rendimiento en el terreno de juego. Y las victorias fueron llegando en un grupo de los considerados accesibles. Y no se echó de menos a Luis Enrique. Pero los dirigentes de la Real Federación Española de Fútbol se dieron cuenta muy pronto de que el seleccionador había decidido someterse a las directrices que marcaban algunos jugadores. Y decidieron cortar por lo sano.
Luis Rubiales y José Francisco Molina han sido futbolistas y saben perfectamente que el capitan de un equipo, y mucho menos del que representa a España, no debe convertirse en un líder que influya en casi todas las decisiones que toma el entrenador. Y han actuado con celeridad. Sin pensar en el que dirán quienes aprovechan las victorias frente a combinados inferiores para despotricar contra ellos. Aunque lo que menos esperaban es que el seleccionador derramara lágrimas a granel cuando se enteró de su destitución.
Las lágrimas de Robert Moreno, con todos mis respetos, no creo que fueran oportunas. Los profesionales tienen sentimientos, claro que sí; pero también han de estar preparados para retorcerles el cuello en según qué momentos. Y el de ayer era uno de ellos. La forma de comportarse del ya exseleccionador, digan lo que digan los demás, lo que ha propiciado es poner en contra de Luis Enrique a muchísimos aficionados. Quienes no se han percatado de que Robert Moreno, gracias a dirigir a la Selección española, podrá entrenar en La Liga Santander. Aunque jamás haya sido capaz de darle dos toques seguidos a un balón. O sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.