Escribir todos los días es un ejercicio que requiere combatir cualquier estado de ánimo contrario a no hacerlo. Lo cual suele suceder no pocas veces. Cuando se escribe para un periódico y se recibe la remuneración correspondiente, no cabe más remedio que hacer de tripas corazón y acudir al tajo como si fueras en esos momentos la persona más afortunada de la tierra. No cabe otra cosa que hincar los codos y sacarse de la chistera cualquier historia correspondiente a la actualidad del momento. Aunque tengas la sesera debilitada por dolencias físicas o carencia de entusiasmo.
Hacer un artículo diario esclaviza a quien decide afrontar un reto que precisa de muchas cosas para no renunciar a ello. No es fácil elegir el tema del cual opinar. Sobre todo cuando desde hace ya muchos años es harto conocido que los políticos influyen decisivamente en los editoriales de los medios. Por razones obvias. Del articulismo se ha dicho que fue el fenómeno social y cultural más significativo de la transición española y de nuestra democracia. Y a fe que no le faltaba razón a quien emitió ese parecer.
Opinar diariamente, y más en una ciudad pequeña, acarrea muchos sinsabores. Por un artículo puede saludarte efusivamente el vecino del quinto y despellejarte el resto de la comunidad. Puesto que para lo que uno es normal para otros resulta un insulto que merece más que reprobaciones. Yo estuve durante muchos años dando la cara en la contraportada de un periódico local. Cobrando... Hasta que decidí dejarlo. Y hasta me prometí que nunca más volvería a opinar. Y mucho menos gratis. Pues bien, transcurrido un tiempo me percaté de que necesitaba volver a contar historias. Y así llevo desde 2015.
Y la pregunta que me vienen haciendo quienes me conocen es la siguiente: "¿A qué se debe que tú sigas escribiendo todos los días?". Y respondo de carrerilla: escribir para mí es existir. Sentirme vivo. Por más que haya momentos en los cuales no me lo pida el cuerpo. Cierto es que soy un opinante con muchos lectores. Y cómo uno escribe para ser leído, y quien diga lo contrario miente, todos los días publíco a las diez de la noche. A pesar de que escribir siga siendo un acto de valor. Y lo es más que nunca.
También hay lectores que desean saber si sigo leyendo a articulistas del pasado. Y les menciono a Julio Camba. Es más, les recomiendo que lo lean. Como yo hago cada dos por tres cuando necesito disfrutar del humor gallego. No en vano ha sido en la tierra gallega donde mayor número de cultivadores del humor han surgido y donde la socarronería se ha hecho proverbial. A Julio Camba le encantaba el ocio. Pero escribía para vivir bien. Y le pagaban por divertir a la concurrencia. Como debe ser.
Y la pregunta que me vienen haciendo quienes me conocen es la siguiente: "¿A qué se debe que tú sigas escribiendo todos los días?". Y respondo de carrerilla: escribir para mí es existir. Sentirme vivo. Por más que haya momentos en los cuales no me lo pida el cuerpo. Cierto es que soy un opinante con muchos lectores. Y cómo uno escribe para ser leído, y quien diga lo contrario miente, todos los días publíco a las diez de la noche. A pesar de que escribir siga siendo un acto de valor. Y lo es más que nunca.
También hay lectores que desean saber si sigo leyendo a articulistas del pasado. Y les menciono a Julio Camba. Es más, les recomiendo que lo lean. Como yo hago cada dos por tres cuando necesito disfrutar del humor gallego. No en vano ha sido en la tierra gallega donde mayor número de cultivadores del humor han surgido y donde la socarronería se ha hecho proverbial. A Julio Camba le encantaba el ocio. Pero escribía para vivir bien. Y le pagaban por divertir a la concurrencia. Como debe ser.
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