Su nombre sale a relucir durante la conversación que mantengo con un viejo aficionado acerca de aquellos partidos de tanta rivalidad como eran los del Algeciras frente al Xerez CD, Balompédica Linense, Agrupación Deportiva Ceuta, CD San Fernando... Corrían los años setenta y El Mirador se ponía de bote en bote. Abarrotado de aficionados exigentes y muy partidarios de los jugadores nacidos en la localidad. Y Ángel Sáez era el predilecto en aquella época.
-Sí, claro que sí -le respondo con celeridad.
-Te cuento: Ángel Sáez estaba dotado de un talento natural para la práctica del fútbol. Marcaba goles y desbordaba líneas con regates inverosímiles. Manejaba el balón con una facilidad pasmosa. Y sobre todo conocía el juego y sabía interpretarlo de maravilla como segundo punta o delantero flotante. A pesar de que su fragilidad física era patente.
-¿Es cierto que vuestras relaciones no fueron cordiales?
-Verás: el día que me presentaron como entrenador, Ángel se acercó a mí y me dijo que él estaba acostumbrado a recogerse muy tarde. Vamos, que no me negó que le gustaba trasnochar. Y su forma de proceder me hizo gracia. Aunque le avisé de que las sesiones de entrenamientos empezarían de mañana.
Entendí perfectamente que el jugador, tan querido por los aficionados, quiso ponerme al tanto de que él estaba por encima de cualquier medida disciplinaria. Tal vez porque sabía que ser noctívago por sistema no le valdría conmigo. Mi recordado AS tardó nada y menos en incumplir sus deberes. Y yo opté también, a vuelta de manivela, por sentarlo en el banquillo. Ni que decir tiene que los aficionados nunca dejaron de abroncarme.
Recuerdo que el Calvo Sotelo, gran equipo en aquellos años setenta, se presentó en El Mirador liderando la clasificación. Sáez estaba en el banquillo. Los goles no llegaban. Y, de pronto, los aficionados comenzaron a pronunciar su nombre a gritos. Le dije que le daba cinco minutos para salir al terreno de juego. Aprovechando el momento en el cual el ritmo del partido había decrecido.
La salida del jugador fue acogida clamorosamente. Hubo un saque de esquina por la izquierda. Y le dije que golpeara el balón con la pierna diestra, a fin de que la curva del balón, ayudado por el viento de levante a favor de nosotros, despistara al portero. El balón se metió dentro de la portería sin que nadie lo tocara. El entusiasmo en las gradas fue indescriptible. Sáez vino corriendo hacia mí. Y mantuvimos un cruce de palabras kafkiano.
Pasadas dos temporadas, llegué a Mérida para salvar al equipo extremeño del descenso, Y allí me volví a encontrar con Ángel Sáez. Y me dijo que, debido a los malos ratos que me había hecho pasar en Algeciras, tenía pensado coger la maleta... Y mi respuesta fue la siguiente: el domingo jugamos frente al Badajoz en el Vivero. El equipo pacense es el primero de la clasificación. Y tú, Ángel, marcará dos goles...
Los dos goles de Ángel Sáez, jugando como mediapunta, sirvieron para ganar un partido que los emeritenses daban por perdido. Y con el Mérida estuvo jugando cuando yo lo creía oportuno para el equipo. Y llegamos a ser amigos. Sentí muchísimo su pérdida. Y, en cuanto me hablan de él, sigo convencido de que dilapidó sus cualidades futbolísticas por mor de estar obsesionado con vivir la noche. Siempre misteriosa y capacitada para cambiar el rumbo de quienes quedan atrapados por ella.
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