Hoy ha vuelto a demostrar en el Estadio de Son Moix que su desorganización es ya crónica. Que cada futbolista hace la guerra por su cuenta. Que no funciona como bloque. Y que todo lo basa en que surja un destello indivual para encarrilar los partidos. Tengo la impresión, insisto en ello, de que Zidane es de los que dicen: jueguen como ustedes saben... Y, claro, se produce el caos.
El Mallorca se aprovechó de la desconexión reinante entre líneas del equipo merengue. Y obtuvo el premio del gol en el minuto seis. Y, gracias al VAR, no subió al marcador el segundo tanto, debido a una falta de entendimiento entre Ramos y Milîtao. Lo único destacable del partido fueron los tres o cuatro pases precisos que dio James. Uno de ellos lo envió Benzema al larguero. Después de eso, poco más de nada. Hasta el punto de que el portero del mallorqueta tuvo un partido plácido.
Isco Alarcón fue el mejor ejemplo del desastre madridista. Volvió a jugar a su albedrío. Decidió ir de un lado para otro y sin hacer nada de provecho. Si a ello se le une la debilidad de Casemiro, quizá por el cansancio acumulado con su selección, resulta que fue James el único que le hizo frente al conjunto bermellón en el centro del campo. Zona vital. En la cual se cuecen victorias y derrotas.
En cuanto a Vinícius, sería injusto negarle su desborde en carrera y su potencia. Pero sigue negado a la hora de acabar las jugadas. Vengo observando, y creo que los técnicos del Madrid ya lo habrán apreciado, que nunca mira el balón cuando lo golpea. De ahí que esté tan desacertado en esas acciones. Una pena... Pues el tiempo pasa y su crédito va menguando.
Tampoco conviene echar en saco roto la nulidad de Jovic. Cierto es que juega poco y que cuando lo hace no recibe las asistencias necesarias. Aunque él muestra escaso interés en hacerse visible. Pasa tan inadvertido que en ocasiones cuesta lo indecible localizarlo. En cuanto a Odriozola, jugador atiborrado de velocidad, voluntad y espíritu de sacrificio, conviene decir que siempre comete deslices fatales. El de hoy ha sido grave. Pues dejó a su equipo con diez cuando más lo necesitaba.
En fin, que el Mallorca mereció la victoria frente a un Madrid que volvió a jugar sin orden ni concierto. De manera embrollada. Sin dominar el centro del campo. Evidenciando, una vez más, que su desorganización es ya crónica. Y es la que le hace jugar desorientado, confundido, ofuscado. Grave problema que no acaba de solucionar su entrenador. El Madrid, por tanto, es sinónimo de desbarajuste.
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