EL mayor enemigo de cualquier equipo es el desorden. El desbarajuste. El caos defensivo. Y el Madrid es un claro ejemplo de ese mal que lo deja a merced de sus rivales. Raro es el equipo que no le marca goles al conjunto blanco. Y lo peor del caso es que la organización defensiva le corresponde implantarla a los entrenadores. Los desarreglos defensivos del Madrid se han hecho crónicos. Así que Zinedine Zidane tendrá que resolver cuanto antes lo que no deja de ser un problema de gravísimas consecuencias.
El PSG, con las bajas de Neymar, Mbappé y Cavani, ha arrollado al Madrid. Y lo ha hecho con un sistema táctico tan sencillo como demoledor: con orden, disciplina, y buscando en todo momento aprovecharse de la mala situación de los futbolistas alineados por ZZ. La primera trampa consistió en quitarle a Casemiro cualquier jugador de referencia. Así que mientras el brasileño naufragaba en terreno de nadie, Verratti se erigía en la figura de su equipo.
Verratti supo en todo momento enlazar con sus dos extremos: Sarabia y Di María. Mientras que la misión de Icardi consistía en distraer la atención de los centrales. Lo cual, unido al trabajo a destajo de Marquinho y Gueye en la zona vital de mediocampo, dejó al Madrid sin respuesta. Dando la impresión, una vez más, de ser un equipo en el que nadie tiene una misión concreta cuando se trata de arrebatarle el balón a sus adversarios.
Di María, en noche de aciertos, aprovechó la fragilidad defensiva de su exequipo para marcar dos goles. Y hasta pudo obtener algunos más. Tanto el argentino como Sarabia desbordaron a sus defensores con una facilidad pasmosa. Inconcebible fue, y así hay que decirlo, la composición del medio campo del Madrid. Donde a James se le exigía correrse el campo de arriba abajo. Con Kroos agobiado por la inferioridad manifiesta que primaba en la zona central. Pues Casemiro, insisto en ello, decidió colocarse en una zona neutra. De modo que el brasileño ni fue escudo de la defensa ni hizo nada de nada.
El Madrid volvió a defraudar. Y esta vez lo hizo en el Parque de los Príncipes: escenario grandioso. Y su pésima actuación se debió, como viene siendo habitual, a que su debilidad defensiva lo ha convertido en un equipo al que le han perdido el respeto sus adversarios. La disciplina defensiva le correponde implantarla a Zidane. Pero no lo logra. Meunier marcó el tercer tanto en el minuto noventa.
Verratti supo en todo momento enlazar con sus dos extremos: Sarabia y Di María. Mientras que la misión de Icardi consistía en distraer la atención de los centrales. Lo cual, unido al trabajo a destajo de Marquinho y Gueye en la zona vital de mediocampo, dejó al Madrid sin respuesta. Dando la impresión, una vez más, de ser un equipo en el que nadie tiene una misión concreta cuando se trata de arrebatarle el balón a sus adversarios.
Di María, en noche de aciertos, aprovechó la fragilidad defensiva de su exequipo para marcar dos goles. Y hasta pudo obtener algunos más. Tanto el argentino como Sarabia desbordaron a sus defensores con una facilidad pasmosa. Inconcebible fue, y así hay que decirlo, la composición del medio campo del Madrid. Donde a James se le exigía correrse el campo de arriba abajo. Con Kroos agobiado por la inferioridad manifiesta que primaba en la zona central. Pues Casemiro, insisto en ello, decidió colocarse en una zona neutra. De modo que el brasileño ni fue escudo de la defensa ni hizo nada de nada.
El Madrid volvió a defraudar. Y esta vez lo hizo en el Parque de los Príncipes: escenario grandioso. Y su pésima actuación se debió, como viene siendo habitual, a que su debilidad defensiva lo ha convertido en un equipo al que le han perdido el respeto sus adversarios. La disciplina defensiva le correponde implantarla a Zidane. Pero no lo logra. Meunier marcó el tercer tanto en el minuto noventa.
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