La pasión que genera el fútbol

La gente suele echar su cuarto a espadas sobre fútbol y política. Ambas cuestiones forman parte muy principal de las opiniones y discusiones que más se suscitan diariamente. 'De fútbol y de política todo el mundo sabe'. Hace ya muchos años que la frase alcanzó el rango de tópica. Y, normalmente, suelen sacarla a colación quienes se quedan sin argumentos como contertulios.

La pasión que genera el fútbol es ilimitada. Hasta el punto de que tendemos a rechazar a las personas que critican ásperamente al club con que nos identificamos. Esa pasión es la que hace posible que el fútbol no deje de ser el rey de los deportes. Pues hasta ahora ninguno ha sido capaz de alcanzar su popularidad ni su influencia.

Y es así, entre otras muchas cosas más, porque cualquiera es capaz de sentar cátedra balompédica aunque esté rodeado de profesionales de la cosa. Lo cual es imposible que suceda en el mundo del toro. Donde cualquier aficionado, por reconocidos que sean sus conocimientos de la tauromaquia, no se atrevería a opinar sin pedir la venia al maestro que se halle presente en la reunión.

Un día, de hace ya varios años, estaba yo tomando el aperitivo en la cafetería de un hotel de esta ciudad, con un profesional distinguido del balón, cuando se acercó a nosotros un tipo -conocido de mi interlocutor- y,  tras decir que él no sabía mucho de fútbol, no dudó en darnos una lección magistral al respecto, siempre con tendencia a lo cursi. Creo recordar que el sujeto era técnico en no sé qué empresa perteneciente al gobierno presidido por Juan Vivas.

Aquel tipo se sabía tonto y se fingía listo. Conocía que sus conocimientos futbolísticos eran limitados. Pero se obstinaba, tercamente, en aparecer como un experto en la materia. Desde entonces, cada vez que veo al fulano, aunque sea de higos a brevas, tentado estoy de preguntarle cómo es posible que su sapiencia futbolística no haya sido aprovechada, todavía, en Ceuta.