El descrédito de los políticos

La gente se desespera ante el poder disparatado de los políticos. Se escandaliza de la enorme distancia que hay entre los ciudadanos y los que mandan. Se harta de explicar que esto no funciona, que los políticos españoles sólo trabajan en beneficio de los partidos, sus clientelas y las redes de mal vivir que les acompañan. El descrédito de los políticos es una realidad incuestionable.

Los españoles están deseando que haya un Gobierno capaz de hacerse notar para bien. Es decir, para que esté en disposición de afrontar los problemas que se avecinan. Como son la crisis económica que nos acecha. Según anuncian los economistas. Cuya facilidad para meternos el miedo en el cuerpo es sobresaliente. Las crisis económicas suelen cebarse con la clase media.  Y a partir de ahí las calles son tomadas por el pueblo. Porque la clase media es la encargada de mantener el equilibrio entre pobres y ricos.

Tampoco conviene desdeñar el efecto que pueda producir la sentencia del Procés. Un tema peligroso. Pues todos sabemos que el nacionalismo sabe muy bien que es necesario perder para ganar... Y así mantener vivo el agravio. Son maestros, sin duda alguna, en rentabilizar la estrategia victimista.  No olvidemos que el independentismo es una industria de la que viven muchas personas.

Pablo Iglesias, por ejemplo, como buen bolchevique que es, lleva mucho tiempo sintonizando con los nacionalismos. Que es el primer paso para lograr adeptos, y luego...: ¡Dios nos coja confesados! Por cierto, en febrero de 2016 auguré yo el desfondamiento de Podemos. Debido a que su líder estaba dando muestras visibles de cursilería. Que es lo peor que le pude ocurrir a un político.

En fin, ojalá la escasa credibilidad que tienen los políticos, que se han ganado a pulso, no sea la causa que enarbolen a modo de grímpola los ciudadanos para no acudir a las urnas en la medida que la situación exige. Que no es otra que votar pensando en la necesidad de que a los pocos días sea posible que se forme un Gobierno capacitado para afrontar los problemas. Los cuales no son moco de pavo.