Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 9 de septiembre de 2019

De los bostezos al entusiasmo


El partido España-Islas Feroe me producía bostezos. Abrideros de boca insoportables. Hasta el punto de que el aburrimiento iba conduciéndome a la antesala del sueño. La cual suele valerse de las cabezadas como castigo por estar presenciando un espectáculo que no se desea. Cierto es que ya tenía previsto no decir ni media palabra de un encuentro tan desigual. Puesto que Islas Feroe, como otras selecciones de tan bajo nivel, no le hacen ningún favor al deporte rey. Lo ideal sería que todas ellas compitieran entre sí. Y no en el fútbol de élite. 

Lo cierto es que aguanté el tipo durante el primer tiempo. Si bien lo hice estimulado por saber que a las diez de la noche tenía la posibilidad de disfrutar de un partido de tenis que prometía emociones a raudales. De no haber sido así, no les quepa la menor duda de que la segunda parte me habría cogido ya sobándola. Como suelen decir los castizos. El Molinón me hizo recordar a Miguel Montes, fallecido el 21 de mayo a los 80 años de edad.

Miguel Montes fue futbolista del Sporting, Oviedo y Las Palmas. También ejerció de entrenador del equipo asturiano  y dirigió la Escuela de Fútbol de Mareo. Allí lo conocí yo en los años ochenta. Llegué invitado para ver el trabajo que se realizaba en el complejo deportivo. Y MM, durante la semana que estuve allí, me atendió de maravilla. Luego nos veíamos en la sala de estar del hotel donde yo estaba alojado y hablábamos de fútbol hasta cansarnos.

Del sopor de cuanto estaba ocurriendo en El Molinón, entre la selección Española y un combinado menor, me fui a Nueva York para ver la final del US Open entre Rafa Nadal y Danill Medveded. Final épica, gloriosa, legendaria... Hubo momentos en los que me vi obligado a controlar mis nervios. Pues ya no está uno para dejarse domeñar por la pasión descontrolada. Nadal Y Medveded parecían dispuestos a dejarse la vida en el Arthur Ashe. Escenario grandioso y que estaba a tente bonete. Es decir, abarrotado y rugiente.

Ni que decir tiene que, terminado el partido, caminaba yo por el pasillo de mi casa simulando saques, derechazos, restos y cortados, como los aficionados al toro suelen dar pases por la calle, tras haber presenciado actuaciones magistrales de los diestros. Nadal y Medveded engrandecieron el deporte en la ciudad de los rascacielos. Ambos dieron una lección magistral de tenis y también de educación y respeto entre contendientes. 

¡Ah!, en los últimos juegos del quinto set, les juro que yo tenía más nervios que suelen tener los cirujanos de las plazas de toros donde José de Tomás hace el paseíllo.














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