En los anaqueles de mi modesta biblioteca hay dos volúmenes titulados Protagonistas de la Historia. Dedicados a la vida de personajes que dejaron huella. Al final de ambos libros se presenta un índice alfabético que permite una rápida localización de la biografía buscada. Lo cual suelo hacer en bastantes ocasiones. Hoy, sin embargo, he abierto el tomo II a lo que salga. Y salió la historia de Franklin D. Roosevelt. Presidente de los Estados Unidos.
Y lo primero que me vino a la memoria fue todo lo relacionado con los cien primeros días de gracia que hay que esperar para juzgar a un presidente recién llegado al cargo. Especie de pacto entre el votante y el votado a través del cual se le otorga ese tiempo de confianza antes de juzgar sus decisiones. Semejante acuerdo tácito empezó siendo presidente el hombre cuya gestión en la Casa Blanca tuvo una honda repercusión en el porvenir político del mundo y en la salvación de la democracia norteamericana.
Pero no es de la política llevada a cabo por Franklin D. Roosevelt de lo que yo quiero hablar; sino de la necesidad que tienen los madridistas de concederle a Eden Hazard esos cien primeros días de gracia. Jugador fichado a bombo y platillo y cuyas actuaciones, hasta hoy, no han sido la que estaban esperando. Cierto es que el extraordinario futbolista se ha incorporado a una plantilla que viene dando tumbos desde hace ya muchos meses. Situación que no es la más idónea para la adaptación de ningún jugador. Aunque se llame Hazard.
Yo estuve viendo a Hazard en la Premier League. En la época en que José Mourinho dirigía al Chelsea. Y el fútbol del belga era bien distinto. Desbordaba en carrera. Daba pases perfectos. Tiraba a gol desde la media distancia y estaba obligado a defender en cuanto su equipo no poseía el balón. José Mourinho influyó muchísimo en el crecimiento futbolístico del jugador. Pero el portugués sabía que si lo dejaba actuar a su libre albedrío, Hazard lo aprovecharía para inhibirse de las acciones defensivas.
A medida que Hazard ganaba fama y sus turiferarios le recordaban continuamente que las exigencias de Mourinho eran excesivas, su rendimiento fue a menos en la misma medida que se iban produciendo los desencuentros con su entrenador. El más sonado fue en unas semifinales de Champions League frente al Atlético de Madrid en el Vicente Calderón.
Faltaba un minuto para que acabara el encuentro y Juanfran corrió la banda conduciendo el balón, sin que Hazard se dignara molestarlo, con tan mala fortuna que el centro del exjugador rojiblanco fue rematado a la red por un compañero. Desde entonces, Mourinho y Hazard daban la impresión de que no se podían ver ni en pintura.
Faltaba un minuto para que acabara el encuentro y Juanfran corrió la banda conduciendo el balón, sin que Hazard se dignara molestarlo, con tan mala fortuna que el centro del exjugador rojiblanco fue rematado a la red por un compañero. Desde entonces, Mourinho y Hazard daban la impresión de que no se podían ver ni en pintura.
Ahora bien, el problema principal de Hazard en el Madrid -además de haber venido cuando el equipo aún está en crisis- es que lo comparen con Isco Alarcón. Pues esa semejanza trata de desacreditar a la estrella de la Selección de fútbol de Bélgica. El divulgador de esa comparación -maléfica- ha principiado ya una campaña en contra del futbolista. Sin concederle, al menos, esos cien primeros días de gracia que necesita cualquier futbolista que cambia de equipo.
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