Visitar Sevilla es siempre un recreo para la vista. A pesar de que los días de noviembre son los menos adecuados para recorrer sus calles y perderse por algunas de sus recoletas plazuelas. Hay tristeza en el ambiente: el taxista que me lleva al Club Antares me dice que se debe a que la gente está tiesa. Que se ha gastado el dinero en los libros de los niños y que está guardando para las fiestas navideñas. Y yo le concedo mucha importancia a la información del taxista: sobre todo porque habla teniendo en cuenta la caja que hace cada día. El taxista remata su revolera de tal guisa: "Menos mal que el sábado le ganará el Sevilla al Betis y también uno se alimenta de ello".
En el Club Antares, sin embargo -ese diecinueve de noviembre de 2005-, la sala de actos estaba a tente bonete. Llena por completo. Debido a la expectación que habían despertado Juan Jesús Vivas Lara y Juan José Imbroda. Presidentes de Ceuta y Melilla y conferenciantes muy esperados. El primero actuaba por tercera vez en plaza tan importante; el segundo tuvo que subir desmonterado al escenario de respeto, donde estaba el atril. Por ser debutante en el club. En el cual reinaba un ambiente extraordinario. Javier Arenas, jefe de ceremonia, no cesaba de saludar a tan destacado público.
Juan Vivas decidió contar una historia de Ceuta. Una historia escrita por otras personas. Y lo fue haciendo con la seguridad que proporciona haberla leído muchas veces hasta conseguir memorizarla. Y a fe que lo hizo con ese regusto que tienen las cosas bien contadas. Con dominio de la oratoria, sonriente mientras hablaba, gesticulando lo justo con los brazos. Cierto es que le sobraron algunos tópicos. Los cuales quedaron minimizados por su don de gentes. Su discurso fue premiado con largueza sevillana.
Después de la actuación de Vivas, bastante hizo Imbroda con estar aseado. Es decir, salió del compromiso como buenamente pudo. Con una faena de aliño que recibió palmitas. Fue la primera vez que yo vi de cerca al presidente de Melilla. Y no aprecié en él nada destacable como para haberle augurado que iba a permanecer diecinueve años en el cargo. Su final, eso sí, no era previsible ni siquiera por él. Por lo que no me extraña que haya tenido una reacción tan violenta contra su sucesor. Comportamiento más propio de aquellos caciques de cuando gobernaba Cánovas.
Ahora bien, debo decir que la ira de Imbroda, por la pérdida del poder, me ha hecho pensar en que su amistad con Vivas y las reuniones frecuentes con éste, las aprovechaba el político melillense para influir en el presidente ceutí. Y no descarto que le escuchemos decir a Vivas que echará mucho de menos las reuniones de ambos en cualquier punto de la Costa del Sol. En vista de que Imbroda era su asesor más fiable. Políticos...
Después de la actuación de Vivas, bastante hizo Imbroda con estar aseado. Es decir, salió del compromiso como buenamente pudo. Con una faena de aliño que recibió palmitas. Fue la primera vez que yo vi de cerca al presidente de Melilla. Y no aprecié en él nada destacable como para haberle augurado que iba a permanecer diecinueve años en el cargo. Su final, eso sí, no era previsible ni siquiera por él. Por lo que no me extraña que haya tenido una reacción tan violenta contra su sucesor. Comportamiento más propio de aquellos caciques de cuando gobernaba Cánovas.
Ahora bien, debo decir que la ira de Imbroda, por la pérdida del poder, me ha hecho pensar en que su amistad con Vivas y las reuniones frecuentes con éste, las aprovechaba el político melillense para influir en el presidente ceutí. Y no descarto que le escuchemos decir a Vivas que echará mucho de menos las reuniones de ambos en cualquier punto de la Costa del Sol. En vista de que Imbroda era su asesor más fiable. Políticos...
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