Durante su campaña en las elecciones primarias, como candidato a la presidencia de su partido (PP), destaqué las cualidades demostradas por quien no era el presidente soñado por los dirigentes populares de Ceuta. Quienes habían decidido ponerse de parte de María Dolores de Cospedal y sobre todo de Soraya Sáenz de Santamaría. Pero les salió el tiro por la culata. Chasco rotundo de Juan Vivas y Yolanda Bel.
Pablo Casado, tras haber salido triunfante del envite electoral, decidió visitar Ceuta en dos ocasiones más, si la memoria no me falla, y, claro, no tuve el menor inconveniente en advertirle de que lo menos grave que le podía pasar era que nunca le tocara la lotería en su vida. ¡Cuidado con el gafe!... Pero el ya presidente del PP, cuyo lenguaje corporal rezumaba la alegría de quien ya se veía instalado en el Palacio de la Moncloa, debió tomarse a chacota mi consejo. Craso error.
Pues a partir de ahí comenzó a desvariar en sus mítines como candidato a la presidencia del Gobierno. Sin darse cuenta de que estaba perdiendo votos a granel por hacerle caso a José María Aznar. Algo comprensible para mí: Pablo Casado estaba gafado... Pues de no haber sido así, nunca se habría producido su desastre en las urnas. Tremendo golpe. El cual le ha obligado a cambiar de criterio sobre la marcha.
Pero lo que menos podía esperar es que el presidente del PP, después de lo ocurrido, haya anunciado que el próximo viernes, tras visitar Melilla, vendrá a Ceuta para colaborar en la campaña de Juan Vivas como candidato, una vez más, a la alcaldía. Y, como estos días, no sé por qué, me da por el latín, me acordé enseguida de la Philippica XII de Cicerón: "Cuiusvis hominis est errore, nullius nisi insipientis in errore perseverate". Verdad grande: cualquiera puede equivocarse; sólo los pocos sensatos perseveran en el error.
Y yo me pregunto: ¿para qué valen los asesores de los políticos con cargos destacados? ¿Cuál es el motivo para dejar que Pablo Casado asuma nuevamente un riesgo innecesario? ¿En qué medida puede influir en las urnas de esta ciudad la visita de un político que habrá de estar cuatro años, como menos, en la oposición? ¿Acaso ignora el presidente del PP que la gente se alía con los ganadores? Y así podría seguir preguntándome al respecto de una visita que yo considero prescindible
Decisión que puede terminar como el rosario de la aurora. Y me explico: el candidato Vivas cuenta con un clientelismo, venido a menos, pero que todavía está dispuesto a seguir siendo fiel a quien lleva la friolera de 18 años dirigiendo los destinos de esta ciudad. Aunque podría ocurrir que el señor Vivas perdiera ese poder omnímodo que todavía tiene. Y, entonces, sus más afines no dudarían en señalar a Pablo Casado como aguafiestas. Es decir, como un señor que carece de buena suerte.
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