Merendar en nuestra postguerra era un artículo de lujo para quienes éramos niños de familias pobres. Así que se nos iban los ojos detrás de los que sí disfrutaban de un trozo de pan de estraperlo, dos o tres onzas de chocolate o bien un bocadillo de queso con carne de membrillo. Poco a poco, a medida que los años 50 iban avanzando, algunas familias fuimos progresando y pasamos de una clase llamada geranio a esa otra considerada rosa. O sea, que quedamos asidos al furgón de cola de lo que se llamaba clase media (!) En la que el padre de familia tenía que trabajar muchas horas y en varios sitios para que pudiésemos desayunar, hacer dos comidas diarias y hasta merendar en ocasiones.
Cuando yo estudiaba bachillerato, con gran sacrificio por parte de mis padres, tenía como compañero de pupitre al hijo de una familia rica que disfrutaba muchísimo cada vez que su madre le recomendaba que invitase a merendar a sus amigos. Y allá que acudíamos tres o cuatro con tanta celeridad como gozo a compartir tan deseado piscolabis. La casa de mi amigo era un palacete. Y su madre salía a recibirnos con una afabilidad que nos hacía sentirnos como en nuestra casa. La merendona reposaba en una mesa situada bajo un emparrado del magnífico jardín. La encargada de atendernos era una gobernanta de la casa tan joven como atractiva. Se llamaba Rosa. La cual hizo posible que a mí se me aceleraran los deseos de mi incipiente adolescencia.
Ustedes se preguntarán cuál es la causa por la que me ha dado hoy por contar algo del año de la nana, de la pera, de Maricastaña, o del catapún. Y yo no tengo el menor inconveniente en decirles que ese escenario me ha venido a la memoria mientras miraba las fotografías correspondientes a la merienda ofrecida por Juan Vivas a muchos simpatizantes suyos. Conviene decir, cuanto antes, que al refrigerio acudieron, como ya es habitual, muchas mujeres y pocos hombres. Señoras que han ido cumpliendo años pero que nunca han dejado de mantenerse fieles a ese alcalde del que dijeron en su día que era bajito de estatura pero el mejor de España.
La fe depositada por esas señoras en nuestro alcalde es digna de ser estudiada cuando llegue el momento. Una fe inquebrantable que se mantiene intacta desde hace la friolera de 18 años. Alguien me dijo una vez que esa clientela está magníficamente dirigida desde la sombra. Y le respondí que no. Y hasta me permití el lujo de opinar al respecto, aunque con dudas: debe de ser que ellas ven a su ídolo muy vulnerable físicamente. Y ya se sabe que a las mujeres, a ciertas mujeres, les atrae el hombre que, simultaneamente, está seguro de sí mismo en lo que hace, y que da síntomas evidentes de necesitar protección...
La merienda, como siempre, fue servida en un establecimiento donde quizá sigan reposando en sus cajones las facturas impagadas de comidas, tentempié, refrigerios y merendonas... Por más que Emilio Carreira, recién nombrado consejero de Turismo y Deporte, en julio de 2017, prometiera a voz en grito que estaba dispuesto a acabar con semejante desatino. De hecho, a quien escribe le tocó presenciar una escena del consejero con Carolina Pérez. La cual hubiera hecho las delicias de Miguel Mihura. Y de la que escribí al día siguiente.
Ustedes se preguntarán cuál es la causa por la que me ha dado hoy por contar algo del año de la nana, de la pera, de Maricastaña, o del catapún. Y yo no tengo el menor inconveniente en decirles que ese escenario me ha venido a la memoria mientras miraba las fotografías correspondientes a la merienda ofrecida por Juan Vivas a muchos simpatizantes suyos. Conviene decir, cuanto antes, que al refrigerio acudieron, como ya es habitual, muchas mujeres y pocos hombres. Señoras que han ido cumpliendo años pero que nunca han dejado de mantenerse fieles a ese alcalde del que dijeron en su día que era bajito de estatura pero el mejor de España.
La fe depositada por esas señoras en nuestro alcalde es digna de ser estudiada cuando llegue el momento. Una fe inquebrantable que se mantiene intacta desde hace la friolera de 18 años. Alguien me dijo una vez que esa clientela está magníficamente dirigida desde la sombra. Y le respondí que no. Y hasta me permití el lujo de opinar al respecto, aunque con dudas: debe de ser que ellas ven a su ídolo muy vulnerable físicamente. Y ya se sabe que a las mujeres, a ciertas mujeres, les atrae el hombre que, simultaneamente, está seguro de sí mismo en lo que hace, y que da síntomas evidentes de necesitar protección...
La merienda, como siempre, fue servida en un establecimiento donde quizá sigan reposando en sus cajones las facturas impagadas de comidas, tentempié, refrigerios y merendonas... Por más que Emilio Carreira, recién nombrado consejero de Turismo y Deporte, en julio de 2017, prometiera a voz en grito que estaba dispuesto a acabar con semejante desatino. De hecho, a quien escribe le tocó presenciar una escena del consejero con Carolina Pérez. La cual hubiera hecho las delicias de Miguel Mihura. Y de la que escribí al día siguiente.
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