La vanidad de los listos

No entraba en mis cálculos escribir hoy de nuestro alcalde. No vaya a ser que excederme en ese menester acabe proporcionándole los tres o cuatro votos de más que podría necesitar para no salir trasquilado de las urnas el 26-M. Pero he tenido la suerte de verlo, a las diez y media de la mañana, en la recoleta plaza de África, esperando posar para las cámaras de RTCE, medio que no cesa de rendirle pleitesía desde hace un montón de años. 

Situado Vivas en sitio destacado del lugar reseñado, a fin de ser visto por los transeúntes, parecía estar sumamente satisfecho de haber asumido ayer, una vez más, durante la visita de Pablo Casado, su papel de Luis XIV (El Rey Sol), con el único propósito de evitar lo que podría ser su Waterloo como primera autoridad de la ciudad. El personaje, porque lo es, ha sido capaz de pasar de una  humildad de coyuntura a una inmodestia que resulta pedante e insoportable.  

Cuán lejos queda aquel tiempo en el cual parecía que nunca había roto un plato nuestro alcalde, y yo decia: ¡cuidado con él! Que día llegará en que nos hable con la vanidad estúpida de los listos, cuando la falsa modestia, de tanto usarla, lo ponga en la picota. Y, claro, me llovían las críticas y los problemas se me acumulaban. Y algunos rayaron en injusticias que nunca conviene olvidar.

Lo que no entiendo es cómo un alcalde tan listo ha dado en la manía de propalar que hay que votarle a él para que esta ciudad no ruede por la ladera conducente a la sima de los enfrentamientos y de la miseria. Pues podría darse el caso de que hasta los funcionarios públicos dejaran de cobrar. Como ya ocurrió en su día, en la que él llama la 'Casa Grande', cuando era gobernada por otros alcaldes que duraban nada y menos.

Pero a mí me toca refrescarle la memoria, como haría con cualquier monterilla que se atreviera a decir verdades a medias. Las cuales no dejan de ser mentiras. La ruina del Ayuntamiento se agravó siendo presidente José María Aznar. Cuyo proceder hizo posible que el GIL aprovechara el momento para hacerse con las riendas de la Administración local. Situación que sufrió en sus carnes el entonces denostado y traicionado Jesús Fortes. Entrevistas y escritos hay en los que así lo manifiesta nuestro todavía alcalde.

Hay declaraciones de Vivas en la campaña que son tan absurdas como improcedentes, por más que nos digan que en los mítines se puede incluso achacar la muerte de Manolete a cualquier adversario. Tópico que, además de grotesco, demuestra la carencia de imaginación de quien recurre a frase tan manida. Tampoco es de recibo emular a Luis XIV (El Rey Sol): "Después de mí el diluvio". Quien era una especie de Matatias, aunque coronado. Término equivalente a Asustaviejas. Así lo recoge El Habla de Cádiz.