El triunfo del Valencia en la Final de la Copa del Rey fue tan justo como lo es decir que el equipo azulgrana lleva ya tiempo dando una imagen penosa en el centro del campo. Problema que ha ido aumentando en la misma medida que Messi dejaba de causar ese miedo cerval que transmitía su presencia en la banda derecha. Desde la cual seguía el partido como si estuviera observando los defectos de los rivales para aprovecharse de ellos cuando él lo creyera conveniente.
El primer damnificado de esa situación era, sin duda, el lateral de esa banda; a quien el mero hecho de tener tan cerca al astro argentino, aunque éste lo hiciera de manera testimonial, le provocaba pánico. Tanto que andaba deseando perderlo de vista. Así que respiraba tranquilo cuando LM decidía darse el piro de la demarcación para explotar los defectos que ya había visto en el centro del campo de sus adversarios. Y, en bastantes ocasiones, para acabar con el dominio que éstos ejercían.
En ocasiones, y debido a la flojedad del rival, Messi se pasaba más tiempo del debido en esa zona de confort del lado diestro del terreno de juego. Ora haciéndose el lipendi, ora oteando el horizonte, ya escupiendo sin solución de continuidad, o bien poniendo en apuros a su marcador cuando menos lo esperaba. Momentos que aprovechaban narradores y comentaristas para exclamar con entusiasmo las bondades futbolísticas del jugador nacido en Sabadell: es decir, Sergi Busquets.
Exclamaciones basadas en alguna que otra ruleta, pasecitos mirando al tendido, regates innecesarios... Detalles de arte exquisito, según los profesionales de la televisión, hechos a la medida del ritmo del jugador. Cuyo trotecillo cochinero le basta y le sobra para llevar muchos años siendo una estrella en su equipo y en la Selección. Estrella que desaparece del terreno de juego en cuanto el contrario domina la situación o a Messi le da por no echar una mano para cortar de raíz que abusen de sus compañeros.
Messi lleva ya cierto tiempo merodeando por el centro del centro del campo. Eligiendo con mayor frecuencia ese espacio por el cual se mueven los llamados segundos delanteros. Convencido de que la medular de su equipo no funciona. Y lo hace para que los equipos dejen las bandas libres y se cierren en torno a él. Y sobre todo para que el mediocentro de su equipo se sienta más protegido. Pero el mediocentro de su equipo es presa fácil de los equipos especializados en los contragolpes desde hace la tira de tiempo. Pues falla clamorosamente como escudo de su defensa.
Sucedió en Roma la temporada pasada, y frente al Liverpool -hace nada y menos-, y ayer en la Final de la Copa del Rey. Y en muchas otras actuaciones que no tuvieron el eco de las ya reseñadas. No obstante, cuando se suceden las derrotas y se buscan culpables, siempre salen trasquilados los demás componentes de esa zona vital del campo por la que trota Busquets. Los demás han sido muchos... Pero en estos momentos son Arthur, Coutinho, Arturo Vidal, y ahora le toca a Rakitic.
Eso sí, día llegará en que ese trío formado por Messi, Piqué y Suárez decidan que ya está bien de encajar goles a granel en enfrentamientos de alto nivel. Por cierto, aparte de los centrocampistas reseñados, cuando eso sucede también son puestos en la picota los mismos de siempre: los centrales que forman pareja con Piqué. Antes Umtiti, ahora Lenglet y mañana será, posiblemente, Matthijs de Light o Frenkie de Jong. Tiempo al tiempo...
En ocasiones, y debido a la flojedad del rival, Messi se pasaba más tiempo del debido en esa zona de confort del lado diestro del terreno de juego. Ora haciéndose el lipendi, ora oteando el horizonte, ya escupiendo sin solución de continuidad, o bien poniendo en apuros a su marcador cuando menos lo esperaba. Momentos que aprovechaban narradores y comentaristas para exclamar con entusiasmo las bondades futbolísticas del jugador nacido en Sabadell: es decir, Sergi Busquets.
Exclamaciones basadas en alguna que otra ruleta, pasecitos mirando al tendido, regates innecesarios... Detalles de arte exquisito, según los profesionales de la televisión, hechos a la medida del ritmo del jugador. Cuyo trotecillo cochinero le basta y le sobra para llevar muchos años siendo una estrella en su equipo y en la Selección. Estrella que desaparece del terreno de juego en cuanto el contrario domina la situación o a Messi le da por no echar una mano para cortar de raíz que abusen de sus compañeros.
Messi lleva ya cierto tiempo merodeando por el centro del centro del campo. Eligiendo con mayor frecuencia ese espacio por el cual se mueven los llamados segundos delanteros. Convencido de que la medular de su equipo no funciona. Y lo hace para que los equipos dejen las bandas libres y se cierren en torno a él. Y sobre todo para que el mediocentro de su equipo se sienta más protegido. Pero el mediocentro de su equipo es presa fácil de los equipos especializados en los contragolpes desde hace la tira de tiempo. Pues falla clamorosamente como escudo de su defensa.
Sucedió en Roma la temporada pasada, y frente al Liverpool -hace nada y menos-, y ayer en la Final de la Copa del Rey. Y en muchas otras actuaciones que no tuvieron el eco de las ya reseñadas. No obstante, cuando se suceden las derrotas y se buscan culpables, siempre salen trasquilados los demás componentes de esa zona vital del campo por la que trota Busquets. Los demás han sido muchos... Pero en estos momentos son Arthur, Coutinho, Arturo Vidal, y ahora le toca a Rakitic.
Eso sí, día llegará en que ese trío formado por Messi, Piqué y Suárez decidan que ya está bien de encajar goles a granel en enfrentamientos de alto nivel. Por cierto, aparte de los centrocampistas reseñados, cuando eso sucede también son puestos en la picota los mismos de siempre: los centrales que forman pareja con Piqué. Antes Umtiti, ahora Lenglet y mañana será, posiblemente, Matthijs de Light o Frenkie de Jong. Tiempo al tiempo...
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