De un tiempo a esta parte, nos vienen hablando del amor que siente Pablo Casado por esta tierra. De cómo la lleva metida en su corazón. Lo mucho que haría por esta ciudad si fuera presidente del Gobierno. Y destacan sobremanera las muchas veces que ha venido a Ceuta para empaparse de sus problemas y solucionarlos. No sé cómo... Digo para mí.
Aun así, la historia es enternecedora. Máxime cuando el presidente del PP sabe con todo detalle que los dirigentes del PP de Ceuta nunca aconsejaron a los suyos el voto en las primarias para él. De modo que su actitud pone de relieve la grandeza de alguien que no ha tenido la suerte merecida en las elecciones generales. Tal vez, y lo digo para los supersticiosos, que los hay a puñados, porque de aquí salió gafado.
La generosidad de Pablo Casado ha calado hondamente en Juan Vivas. Quien no se ha cortado lo más mínimo en decirnos que ahora empieza todo de nuevo y que se siente con más fuerza que nunca. Es decir, después de haber pasado por una crisis en la que nos alertaba de los riesgos que corría por culpa de los alifafes correspondientes a su edad y a los problemas ocasionados por el cargo, surgió dándose pote de ser el mejor, el más listo, el único capaz de salvar a la ciudad de las asechanzas que se dibujan en el horizonte. ¡Hostia qué peligro!
Juan Vivas, en vista de que su humildad es inextinguible, ha pedido perdón por sus errores, que deben ser incontables; pues tiempo ha tenido de hacer de su capa un sayo durante los casi cuatro lustros que lleva sentado en la poltrona de su "Casa Grande". Sin darse cuenta de que semejante discurso, trufado de... pamplinas, no es necesario para quienes creen en él, que son cada vez menos. Y sin embargo resulta grotesco para los que están deseando que se retire y reflexione sobre sus fracasos.
Nuestro alcalde nos promete, si le damos nuestro voto, llevarnos a un futuro campo edénico, tornaseado de bienestar y libertades inconcebibles; una especie de Paraíso donde reinará el desahogo, la prosperidad y la alegría. Donde nadie hubiera podido acceder ni siquiera durante sus mejores sueños. Y en esos momentos de promesas banales, por parte de un político que debe estar hablando por boca de su politólogo particular, siento la necesidad de decirle lo siguiente.
¡Que no, Juan, que no! ¡Que no es eso, Juan! Que llevas 18 años vendiendo humo. Y contando el cuento del alfajor. Aunque lo cuentas, justo es reconocerlo, muy bien. Pues eres maestro en el arte de poner una cara de bueno que te la pisas. Pero la gente, Juan, mucha gente, ha llegado a la siguiente conclusión: nuestro alcalde sigue hablándonos como si fuéramos idiotas. Y, por tal motivo, que no es moco de pavo, te has ganado a pulso el desafecto de una mayoría de votantes.
Frase
Los ciudadanos tienen derecho a no votar a los políticos que los considera idiotas
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