Proclamo, sin ningún pudor, que el tono y el timbre de las campañas electorales exceden a mi capacidad de aguante, o sea, que me producen náusea. Quien está al otro lado del teléfono echa mano del refranero: ¿No quieres caldo?... ¡Pues toma dos tazas! Cierto es -le digo-, ya que también habré de soportar las correspondientes a municipales y autonómicas, casi sin solución de continuidad.
-¿A quien votarías tú, Manolo?
Al candidato que menos insulte al adversario.
Su respuesta es tan rápida como contundente: "Deduzco, por tus palabras, que no irás a votar...
Carraspeo el tiempo justo para eludir la contestación y cambiar de tercio.
Querido amigo, me ha venido a la memoria la frase de Tierno Galván sobre las promesas en campañas electorales: "Las promesas electorales están para no cumplirlas". Sentencia procedente de un intelectual que sabía sobradamente de lo que hablaba y además lo llevaba a cabo como político.
-Tengo la impresión de que has perdido la confianza en los políticos...
En esta ocasión, no dudo en contestar a media vuelta de manivela: hace ya mucho tiempo que tengo asumido que los políticos ofrecen el paraíso, porque siempre el paraíso es atractivo, a pesar de la escasa leyenda que tenemos de ese lugar... Así lo aireaba Emilio Romero. Y acertaba plenamente.
-¿Crees que los políticos son unos tramposos?
¿Me estás entrevistando?...
-De ningún modo... Pero me gustaría saber qué opinas tú al respecto.
Verás, es cierto que los políticos durante las campañas electorales, y cuando lo creen conveniente, se observan unos a otros para hacerse mil diabluras, porque la política de la concurrencia o la competitividad es un juego de tramposos. No olvides que la política tiene dos drogas de gran actividad: una es la de estar en el Parlamento y otra es la de estar en el poder. Ahora bien, las versiones de Parlamento y poder también se refieren a las organizaciones autonómicas y municipales.
-Por último, Manolo, ¿te atreverías a predecir qué partido ganará las elecciones?
No.
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