Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 14 de abril de 2019

El humor de Joaquín Sánchez


El humor es el estilo en que se hermanan la gracia con la ironía y lo alegre con lo triste. Articula situaciones que mueven a la risa; puede ser directo o sutil. Para uno es sinónimo de cómico; otros diferencian entre humor y comicidad y así, Leonardo Sciascia dice: "El humor es un sentimiento, la comicidad es una situación diferente en la que quien la practica experimenta una sensación de superioridad respecto a lo que son los personajes, los objetos de la comicidad. Si alguien se resbala nos provoca quizá la risa porque nos consideramos superiores, somos estables y no resbalamos. Mientras que el humor es cuando yo, a través de esa persona que resbala, experimento el sentimiento de que también estoy a punto de resbalar.

Joaquín Sánchez, paisano mío y extraordinario futbolista del Real Betis Balompié, se ha consagrado también como un humorista muy preciso y que, con la sonrisa de oreja a oreja, pero a menudo chirriando los dientes, trata de destruir lo convencional. El estado ideal del humorista, según Henri Bergson, es la anestesia del corazón, es decir, no tener compasión hacia el objeto o individuo que se ridiculiza. Con su máscara de inocencia, el humor es la máscara más eficaz de la rebeldía. Es un recurso inteligente de la imaginación. De la que el jugador bético no se cansa de dar muestras sobradas en sus dos facetas: la de jugador y la de humorista o cómico. He aquí el quid de la cuestión.

Me explico: cuando el Sevillla fue eliminado de la Europa League por el Slavia de Praga, en el último segundo de la prórroga, Joaquín decidió salir en Instagram contando un chiste acerca de la derrota del eterno rival sevillano. Burla que sentó como un tiro entre los aficionados y, naturalmente, entre los directivos y componentes de la plantilla del club hispalense. Hasta el punto de que todos ellos esperaban el momento oportuno para tomarse la justicia por su mano. Por estar convencidos de que Joaquín había actuado dando muestras visibles de la superioridad del Betis sobre el Sevilla. En suma, que no le perdonaban su alarde de comicidad.

En el minuto 67 del derbi jugado ayer en el Sánchez Pizjuán, Joaquín salió a escena y fue recibido con la bronca ya vaticinada. A renglón seguido, Banegas, cegado por su aversión hacia el futbolista portuense, le dio una coz merecedora de expulsión por parte de Hernández Hernández, árbitro del encuentro. Pero el colegiado canario se hizo el longui. Joaquín mejoró el juego de su equipo. Por cierto, conviene decir que, de haber acertado Jesé en las tres ocasiones de gol que tuvo, el resultado habría sido, sin duda, favorable al Betis. Lo cual hubiese evitado esa demostración de júbilo en el vestuario del Sevilla. Excesiva en todos los sentidos...

En lo concerniente a Joaquín, por su condición de jugador y de actor o comediante, cabe decir que ha tenido la suerte, hasta ahora, de poder desempeñar ambas profesiones con el beneplácito casi generalizado. Algo nada habitual en una España donde reconocerle  a alguien una gran cualidad lleva consigo el reproche o la tacha consiguiente de otra. Aquí se puede ser guapo siempre y cuando se pueda decir de él que anda escaso de mollera. Ser inteligente es comprensible si quien piensa bien es también más feo que Picio o puede ser escarnecido por otras cuestiones. Ahora bien, destacar en varias funciones es tan complicado como díficil.

Joaquín Sánchez, jugador del Betis, nacido en El Puerto de Santa María, amén de ser un futbolista como la copa de un pino, viene ejerciendo también como actor comediante. Lo cual no deja de ser una tarea complicada y propensa a ganarse enemigos a cada paso. Ayer, en el Sánchez Pizjuán, concitó contra él la ira de los aficionados sevillistas y de sus rivales en el terreno de juego. Banegas lo evidenció con su agresión, mientras que Sarabia lo hizo con sus declaraciones.

Ah, con todos mis respetos para Joaquín Caparrós, no cabe la menor duda de que es un maestro en el arte de sobreactuar. Lo dicho: los españoles somos únicos en decir sí pero no. ¿Lo cogen?...    












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