Bien está que los líderes no sean mandones, pero que carezcan de autoridad es una desgracia. Sin ella es imposible ejercer la profesión de entrenador. Pues mantener la disciplina en una plantilla cuesta lo indecible. Vicente del Bosque -considerado como técnico moderado y dialogante- ha reconocido, hace poco tiempo, que los objetivos particulares de cada jugador desembocan en un egoísmo exagerado. Así que la generosidad de los futbolistas que no juegan es inexistente. Verdad que no dudarán en confirmar quienes hayan ejercido la profesión durante muchas temporadas.
Cuando Rafa Benítez, siendo entrenador del Madrid, se enteró de que los hombres fuertes del vestuario andaban diciendo, a sus espaldas, que Valdebebas se había convertido en un cuartel donde nada más que se hablaba de táctica y que sus lecciones eran como las de Mourinho pero en plan coñazo, asumió que se había equivocado gravemente al fichar por el equipo blanco. Por primar la voluntad de algunos jugadores por encima de la del entrenador. RB regresó a Inglaterra y se olvidó de lo que le había acontecido. Nunca, que yo sepa, ha desvelado nada al respecto.
Parece mentira que un escritor aproveche la llegada de Zidane al Madrid para poner como chupa de dómine a Santiago Hernán Solari, sin mencionarlo. Bajo el título de Al fútbol le sienta mal el resentimiento, el susodicho se refiere al carácter de Zidane: "Es un hombre justo incapaz del resentimiento. Su llegada al Madrid limpia la sospecha de venganza que imperaba". Maniqueísmo duro y puro. Es decir, que Solari aceptó sentarse en el banquillo del primer equipo con el único fin de ensañarse con Isco, Marcelo, Bale y Marco Asensio. Y sobre todo con Keylor Navas. El derecho a opinar es indiscutible. Pero volveré a redoblar el tambor: "Un buen escritor no es necesariamente un buen crítico de fútbol, como un buen borracho no es necesariamente un buen encargado de bar".
Cuando me hablan del carisma de una persona, lo primero que hago es ponerme en guardia. Pues las hay que se aprovechan de ello para engañar. Verbigracia: he visto a muchos personajes tenidos por carismáticos que han usado ese don de atraer y captar a la multitud para conseguir logros políticos. Lo peor que tienen los carismáticos, según dice alguien que no recuerdo, es la naturalidad con que se atribuyen todo lo bueno sin mezcla de mal alguno. Por tal motivo, yo prefiero reconocerle a Zidane que tiene algo de particular. Algo especial que llama la atención y despierta un interés inusitado. Ahora bien, de alguien como él, lo que menos podía esperar es la siguiente declaración: "El equipo no estaba mal físicamente. Necesitaba varios ajustes y es lo que hicimos". Nueva patada en el trasero de Solari.
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