Mis fieles lectores saben que Beatriz es una salmantina a quien conocí en la playa de El Chorrillo, en el verano del año 2017. La cual me habló de la extraordinaria impresión que le había causado Ceuta. Y, durante varios días, estuvimos pegando la hebra mientras recibíamos los beneficios del sol. No dudé en resaltar su atractivo en esta página. Y sobre todo destaqué la libertad con la que hablaba de las relaciones entre parejas. Así que no tuvo el menor inconveniente en ponerme al tanto de que era bisexual.
Nada más regresar a Salamanca, las llamadas telefónicas de Beatriz se fueron sucediendo. Y a mí, la verdad sea dicha, me agradaba sobremanera cuando me hablaba de sus amoríos y de cómo se sentía cada vez que metía la pata o salía trasquilada de cualquier aventura. Un día me dijo que había conocido a un matrimonio, residente en Lima, cuya situación económica era más que boyante. Y allá que aceptó viajar con ellos a Perú como invitada.
Beatriz me iba contando sus logros. Y pronto quedé enterado de que el matrimonio se la disputaba... Situación que le permitía vivir como una reina. Aunque aceptó el siguiente acuerdo: serle fiel a la pareja. En caso contrario, el trío quedaría anulado y suspendidas las dádivas. La última vez que hablé con ella supe que el matrimonio contaba con servicio de seguridad. Por ser empresarios de éxito contrastado. Y acabamos charlando de fútbol.
Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Pero hoy el teléfono ha vuelto a sonar. Y, claro, me ha causado la alegría consiguiente. Tras los saludos de rigor, lo primero que me ha dicho es que lleva más de un mes viviendo en Salamanca. Que su aventura en Perú terminó como el rosario de la aurora. Y todo porque mi querida amiga cometió el desliz de enamorarse del guardaespaldas de los señores.
Te cuento, Manolo, el día que me presentaron al escolta me quedé prendada de él. No en vano era un tipo fornido, viril, amable, educado... Y además me miraba como nunca antes me había mirado nadie. Con los ojos atiborrados de deseos que yo me los sé de memoria. Y a mí me temblaban las rodillas como nunca antes me habían temblado.
-¿Y?
Pues que me resistí cuando pude, créeme... Pero una tarde, cuando sus servicios no eran necesarios, me las apañé para citarme con él y... me perdí. Pues no dejé de perseguirlo como una gata en celo. Hasta que mis amigos, además de amantes, nos cogieron un día dándole que te pego... Y no dudaron en aplicarme lo concerniente al acuerdo convenido. Y aquí estoy en Salamanca, mi Salamanca campera, acordándome a todas horas del guardaespaldas peruano.
-¿Y?
Pues que me resistí cuando pude, créeme... Pero una tarde, cuando sus servicios no eran necesarios, me las apañé para citarme con él y... me perdí. Pues no dejé de perseguirlo como una gata en celo. Hasta que mis amigos, además de amantes, nos cogieron un día dándole que te pego... Y no dudaron en aplicarme lo concerniente al acuerdo convenido. Y aquí estoy en Salamanca, mi Salamanca campera, acordándome a todas horas del guardaespaldas peruano.
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