El equipo de mi pueblo -El Puerto de Santa María- cumplió 90 años de historia en febrero de 2018. Según viene en la nota que me ha enviado un amigo portuense. Y para conmemorar tan dilatada trayectoria deportiva quedo enterado de que un periodista, tenido por 'racinguista', ofreció a los asistentes al acto celebrado en el incomparable marco de las Bodegas de Mora de Osborne, una conferencia al respecto.
Conferencia tan incompleta como para considerarla rácana. Por más que el señor Morales se escudara en lo joven que es. Lo cual no debió ser obstáculo para contar lo que sucedió -en la temporada 70-71- en el Campo de Eduarto Dato. Pues tiempo tuvo de informarse de los últimos hechos que se produjeron en ese escenario al cual yo iba ya con siete años, lloviera o venteara. De ahí que mi ser del Racing Club Portuense ha perdurado en el tiempo.
Le cuento, señor Morales: en la temporada 70-71 el Portuense estaba a punto de perder la categoría cuando fui llamado para sustituir a Ventura Martínez: magnífica persona y gran entrenador. Aquel grupo de Tercera División estaba compuesto por equipos de mucha categoría. Verbigracia: Murcia, Cartagena, Jaén, Melilla, Linares, Ceuta. Badajoz, Eldense, Triana Balompié, Ilicitano... Pero gracias a jugadores como García, Arenillas, Matas, Santi, Salmerón, Pérez-Ferez, Obregón y, sobre todo, Manolín, se logró la permanencia. Con holgura, además.
Pero hay más, señor Morales, en el 'viejo Dato', campo al que yo iba cogido de la mano de mi padre, contra viento y marea, se jugó el último partido frente al Cádiz entrenado por José Antonio Naya. Partido amistoso. Y tuve la enorme satisfacción de ser paseado a hombros por mis jugadores. Como premio, según ellos, a la labor realizada en apenas tres meses.
Aquella tarde inolvidable, Antonio Torres Santiago, siempre recordado, no dudó en decirme que estaba deseando verme dirigir al equipo en el Estadio José del Cuvillo. Que se inauguraba en agosto de ese año. Pues bien, ni él pudo asistir a esa ceremonia, desgraciadamente, ni yo sentarme en el banquillo de ese estupendo escenario. Porque Bernardo Sancho -presidente- se opuso a mi continuidad.
Tampoco me resisto a comunicarle, señor Morales, que regresé como entrenador al equipo de mi pueblo, transcurridos siete años. Sí, señor conferenciante. Y lo hice para enderezar el rumbo de un Portuense que había esta dando tumbos todo ese tiempo. Es decir, salvándose del descenso por los pelos. Y sabiendo de antemano que el presupuesto para fichar jugadores era de una modestia que asustaba. Aun así, acepté la oferta que me hizo Antonio Miranda (q.e.p.d.) Desechando ofrecimientos mejores. Pues ya me había ganado sobradamente un sitio destacado en el escalafón de entrenadores.
Debo decirle, además, que durante tres temporadas mantuve al equipo entre los mejores de su grupo. En la primera, cuando sólo ascendían a Segunda División A los dos primeros clasificados, nos quedamos a un punto del ascenso. Ascenso que no logramos por causas inconfesables. También fuimos capaces de enfrentarnos en la Copa del Rey al Atlético de Madrid. Le recordaré las temporadas para que las pueda mantener alojadas en la alacena de su memoria: 79-80-80-81-81-82. Y, por si acaso, le diré que fui yo quien decidió marcharse.
Pero hay más, señor Morales, en el 'viejo Dato', campo al que yo iba cogido de la mano de mi padre, contra viento y marea, se jugó el último partido frente al Cádiz entrenado por José Antonio Naya. Partido amistoso. Y tuve la enorme satisfacción de ser paseado a hombros por mis jugadores. Como premio, según ellos, a la labor realizada en apenas tres meses.
Aquella tarde inolvidable, Antonio Torres Santiago, siempre recordado, no dudó en decirme que estaba deseando verme dirigir al equipo en el Estadio José del Cuvillo. Que se inauguraba en agosto de ese año. Pues bien, ni él pudo asistir a esa ceremonia, desgraciadamente, ni yo sentarme en el banquillo de ese estupendo escenario. Porque Bernardo Sancho -presidente- se opuso a mi continuidad.
Tampoco me resisto a comunicarle, señor Morales, que regresé como entrenador al equipo de mi pueblo, transcurridos siete años. Sí, señor conferenciante. Y lo hice para enderezar el rumbo de un Portuense que había esta dando tumbos todo ese tiempo. Es decir, salvándose del descenso por los pelos. Y sabiendo de antemano que el presupuesto para fichar jugadores era de una modestia que asustaba. Aun así, acepté la oferta que me hizo Antonio Miranda (q.e.p.d.) Desechando ofrecimientos mejores. Pues ya me había ganado sobradamente un sitio destacado en el escalafón de entrenadores.
Debo decirle, además, que durante tres temporadas mantuve al equipo entre los mejores de su grupo. En la primera, cuando sólo ascendían a Segunda División A los dos primeros clasificados, nos quedamos a un punto del ascenso. Ascenso que no logramos por causas inconfesables. También fuimos capaces de enfrentarnos en la Copa del Rey al Atlético de Madrid. Le recordaré las temporadas para que las pueda mantener alojadas en la alacena de su memoria: 79-80-80-81-81-82. Y, por si acaso, le diré que fui yo quien decidió marcharse.
En El Puerto de Santa María, mi pueblo, ser del Racing era -no sé si lo seguirá siendo- la mejor credencial para darse pote de ser porteño o portuense. Pues valen ambos gentilicios. El Racing Club Portuense cumplió 90 años de historia en febrero de 2018. Según viene en la nota que me ha enviado
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