Siempre he dicho que ver dos partidos de fútbol seguidos me cansa. Así ha sido incluso cuando me ganaba los gabrieles en la profesión. De ahí que no entienda cómo es posible que Juan Maldonado Maldini, periodista, montara en su casa un sistema de parabólicas para ver y grabar multitud de encuentros. Con el fin de llegar a ser el mejor documentalista del fútbol mundial. A Maldini hay que reconocerle su voluntad inquebrantable como aficionado. La que le ha permitido describirnos las cualidades de cualquier futbolista nacido en los chirlos mirlos... Allá donde el viento da la vuelta. Lo cual, sin embargo, no es sinónimo de conocer los entresijos de un deporte que ha de mamarse desde pequeño y sobre todo ha de pasarse por los banquillos para saber las dificultades que entraña sentarse en ese potro de tortura. Es la respuesta que le doy a un aficionado que deseaba conocer mi parecer al respecto.
Atlético de Madrid-Gerona. Decidí ver este partido, a pesar de que a continuación se jugaba el Leganés-Madrid. Encuentro que no podía perderme por ser madridista fetén. Y saqué las mismas conclusiones de siempre: el Atlético de Madrid no hace sino jugar a lo que quiere su entrenador. Y se emplea con armas de equipo pequeño pero con jugadores aguerridos e incapaces de salirse del guión establecido por el jefe: Simeone. Los jugadores reciben misiones concretas. Así que cada cual sabe a qué atenerse... En los momentos críticos y decisivos, cuando el equipo rojiblanco pasa por ratos de mal juego y resultado, surgen los aficionados con sus clásicos cánticos... Orfeón que dirige El Cholo Simeone. Pero de nada les valdría esas muestras de ánimo a los futbolistas colchoneros sin el concurso de Griezmann. Extraordinario jugador. Aunque ayer su presencia en un momento determinado, exitosa por cierto, no le bastó a su equipo para ganar la eliminatoria.
Leganés-Madrid. Debo decirles que llegué a este partido saturado de fútbol. Aunque esperanzado con que el Madrid fuera capaz de alegrarme las pajarillas con su juego, y así darle un regate al cansancio que me ha producido siempre ser espectador, y perdonen que redoble el tambor, de dos encuentros seguidos. Que si quiere arroz, Catalina. Pues pronto me fue embargando una serena irritación por ver cómo transcurrían los minutos sin que Vinicius, el jugador más adelantado de su equipo, fuera asistido por Isco; quien estaba situado, cual segundo delantero, por detrás del brasileño. El primer balón que tocó Vinicius fue en el minuto 29. Cuando es ya archiconocido que, gracias a su velocidad, remitirle la pelota a los espacios vacíos es sinónimo de peligro inminente para sus rivales. Sobre todo contra una defensa de cinco a la que hay que desbordar en carrera y a ser posible por esos huecos que se producen entre laterales y centrales. Arma decisiva que deberá primar en el partido frente al Sevilla. Encuentro de suma importancia -verdad de Perogrullo- y donde ganar está por encima de pamplinas de la calle Mina.
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