A veces el odio entre miembros de un mismo partido es mayor que hacia los enemigos del partido. Y no lo son por las pequeñas diferencias existentes en sus ideas políticas, sino porque con el paso de los años han llegado a comprender que se detestan mutuamente. Que no se soportan. Que se aborrecen. Pero siguen mordiéndose la lengua por el qué dirán y porque el menos importante se expone a perder la mamandurria.
Es el caso, por ejemplo, de un político perteneciente al Partido Popular que no se corta lo más mínimo en decirme que está hasta los mismísimos del alcalde. Que muchas veces ha pensado en dejar su cargo, debido a la quina que le toca tragar. Reconoce, eso sí, que si no se rebela es porque no está la vida como para renunciar a un puesto que le agrada sobremanera. Y mucho menos ahora que ha entrado en juego Vox.
Le pido a mi interlocutor que me explique qué pinta Vox en su decisión de seguir en la política activa, bajo el mando de un compañero a quien no quiere ver ni en pintura.
-Mucho. Más de lo que tú te puedas imaginar. Verás: yo tengo asumido que las urnas no van a ser generosas con nosotros en las próximas elecciones. Y además que nos costará lo indecible lograr alianzas para que Juan Vivas siga sentado en la poltrona. Así que hubo un momento en que me dije que, llegado a ese extremo, lo mejor era darse el piro. Puesto que yo no me veo en la oposición.
¿Me puedes decir que ha cambiado?
-La irrupción victoriosa del partido dirigido por Abascal en las elecciones andaluzas. Ese éxito me permite augurarle unos magníficos resultados en Ceuta. Hasta el punto de que estoy convencido de que será Vox el que haga posible la continuidad de Vivas como alcalde. Esa solución es la que a mí me anima para no abandonar un barco que está haciendo agua desde hace ya mucho tiempo.
¡A propósito! Me gustaría saber los motivos que tienes para decirme que no soportas a Vivas, cuando llevas tantos años diciendo que éste no va a cambiar su forma de proceder, por lo bien que le ha ido hasta ahora.
-No tengo el menor inconveniente en decirte que hay una cosa que hace a la perfección nuestro alcalde: hacerte sentir cuánto le debes por esta cosa o aquella. Al final consigue convencerte de que tu fortuna o tu desdicha dependen de él. Como si tu vida le perteneciera. Y, claro, a mí su modo de ser me hace sentirme mal. Tan mal como para haber pensado en renunciar a un puesto en el cual me conviene permanecer mucho tiempo. Por razones obvias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.