Nunca he cruzado palabra alguna con él. Así lo dije en agosto de 2017. Cuando decidí propalar que en la calle se hablaba mucho y bien del diputado por Ceuta en el Congreso. También expuse su historial académico y profesional. Tan amplio cual brillante. Todo ello sazonado con su edad ideal. La que le permitía seguir militando en la fila de los cuarentones. Y hasta opiné que sería el mejor candidato a la alcaldía por parte del PP en las próximas elecciones en Ceuta.
Muchos meses han pasado desde entonces. Los cuales no son óbices para pensar que las últimas declaraciones de Juan Bravo -en relación con la continuidad de Juan Vivas como candidato a la alcaldía- han sido para evitar ser enviado al ostracismo político. Pues no me cabe la menor duda de que los había ya dispuesto a cundir el desafecto hacia él. Por más que sepan que el señor Bravo goza de la amistad y confianza del Secretario General del PP, Teodoro García Egea, y por consiguiente de Pablo Casado.
Ahora bien, una cosa es que las declaraciones del diputado por Ceuta en el Congreso fueran hechas para no ser malquisto por quienes no cesan de rendirle pleitesía a su alcalde, sino que las hiciera aludiendo a la figura de éste como el Messi de la política. Una desmesura que entra dentro de algo que se suele llamar adulación innecesaria. Por más que el señor Bravo no quisiera más que decirle a Vivas públicamente que jamás se le había pasado por la cabeza ser su sustituto. ¡Lagarto, lagarto!
En fin, que está visto que nuestro alcalde se ha ganado el derecho a ser temido políticamente. Que es la única manera de controlar un partido. Y podría enumerar casos en los que ha demostrado ese poder que ha ido atesorando durante tantísimos años. Pero la respuesta del diputado, señor Bravo, no era la esperada por mí. Y se lo digo con muchísimo respeto.
Al día siguiente de hacerle el artículo a Juan Bravo Baena, hubo alguien que me puso al corriente de lo mal que había sentado lo escrito entre algunos gerifaltes populares. Sobre todo del principal. Cuyo pensamiento no era otro que seguir siendo la primera autoridad de esta Ciudad. Aunque tuviera que verse obligado a pactar, en su momento, con Coalición Caballas. Inmediatamente comprendí que le había hecho un flaco servicio al diputado. Imperdonable, en mi caso, por conocer el paño.
Muchos meses han pasado desde entonces. Los cuales no son óbices para pensar que las últimas declaraciones de Juan Bravo -en relación con la continuidad de Juan Vivas como candidato a la alcaldía- han sido para evitar ser enviado al ostracismo político. Pues no me cabe la menor duda de que los había ya dispuesto a cundir el desafecto hacia él. Por más que sepan que el señor Bravo goza de la amistad y confianza del Secretario General del PP, Teodoro García Egea, y por consiguiente de Pablo Casado.
Ahora bien, una cosa es que las declaraciones del diputado por Ceuta en el Congreso fueran hechas para no ser malquisto por quienes no cesan de rendirle pleitesía a su alcalde, sino que las hiciera aludiendo a la figura de éste como el Messi de la política. Una desmesura que entra dentro de algo que se suele llamar adulación innecesaria. Por más que el señor Bravo no quisiera más que decirle a Vivas públicamente que jamás se le había pasado por la cabeza ser su sustituto. ¡Lagarto, lagarto!
En fin, que está visto que nuestro alcalde se ha ganado el derecho a ser temido políticamente. Que es la única manera de controlar un partido. Y podría enumerar casos en los que ha demostrado ese poder que ha ido atesorando durante tantísimos años. Pero la respuesta del diputado, señor Bravo, no era la esperada por mí. Y se lo digo con muchísimo respeto.
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