Una señora a quien aprecio de veras, además de felicitarme la Navidad, me reprocha que no escriba nada sobre esos falócratas que no cesan de atentar contra las mujeres. Asesinos y violadores que deberían estar en la cárcel hasta el fin de sus días. Y le respondo que yo estoy pez en cuestiones jurídicas. Pero que estoy de acuerdo con ella. Aunque le recuerdo que, cuando casi nadie opinaba sobre tema tan delicado como es el de las mujeres maltratadas, yo me atrevía a hincarle el diente al asunto. Así que la invito a que busque un artículo publicado por mí en 2005, acerca del premio María de Eza.
Decía yo lo siguiente: Leo en internet que el director de Harvard, un tal Lawrence Summer, ha planteado que existen diferencias entre los sexos que hacen que las mujeres triunfen menos en las carreras científicas. He aquí un tipo que goza de gran prestigio al frente de una Universidad tan celebrada, pero que sigue luchando a brazo partido contra la igualdad de sexos.
El tal Lawrence está convencido de que las mujeres están menos capacitadas que los hombres para sacar buenas notas en matemáticas y ser buenas en ingeniería. En principio lo achaca a que trabajan menos horas que los hombres. Aunque algo de benevolencia hay en él cuando dice que será porque tienen que atender a sus hijos. Si bien, a renglón seguido, señaló que sería importante considerar la posibilidad de que la causa sea debida a las diferencias biológicas entre ambos sexos. Momento que aprovecharon los asistentes a su conferencia para armarle el cirio correspondiente.
No ha mucho, entre bromas y veras, le oí decir a un fulano que la verdadera femineidad es la frigidez. Y hasta trató de convencernos de lo que estaba exponiendo. Y es que aún cuesta entre los varones desprenderse de esa animadversión que subyace en las religiones hacia la mujer, situándola en una categoría inferior. Nada extraña, pues, que continúe aumentando el número de mujeres maltratadas y asesinadas, sin que se hayan encontrado todavía los medios extremos para evitar tan horrendos delitos.
En nada ayuda, desde luego, la carta de la Congregación de la Fe del 31 de julio de 2004, invitando a la mujer a conformarse con un papel subsidiario e invisible. Más o menos la de tener hijos sanos para que la especie no se extinga. Y si puede prescindir de lo placentero hasta el fin de sus días miel sobre hojuelas. Que a esta tierra venimos a pensar. Lo mejor es privarse de él para mantener siempre controlada la bestia interior. Cuando se leen algunos pasajes de la Biblia, uno tiene la impresión de que sigue siendo el manual de conducta que trata de imponerse.
Cierto es que a veces no es fácil ser hombre en medio de mujeres que, habiendo conseguido acceder a cargos importantes, se empeñan en mandar como hombres. Aunque son las menos en comparación con el número de tontos que podemos reclutar en el sexo opuesto. Me viene a la memoria el nombre de una mujer que llegó a ser gobernadora de Ceuta entre los años 1548-1549. Nada menos que en el siglo XVI. Me estoy refiriendo a María de Eza.
María de Eza tuvo que gobernar la ciudad cuando su marido, Alfonso de Noroña, tercer marqués de Villarreal, marchó allá donde el viento da la vuelta. Y estoy seguro de que la singularidad de la gobernadora estuvo en imponerse a los caballeros cristianos como a los de la morería, con sus mejores armas de mujer.
Por consiguiente, me parece extraordinario que la Ciudad instituyera, hace diez años, un premio con su nombre para "incentivar el trabajo de las mujeres que con una trayectoria vital, personal o profesional, han ayudado a ampliar un orden simbólico femenino y fijarlo en la memoria colectiva". Es el premio que uno mira con los mejores ojos y por el que siente más afecto.
Por consiguiente, me parece extraordinario que la Ciudad instituyera, hace diez años, un premio con su nombre para "incentivar el trabajo de las mujeres que con una trayectoria vital, personal o profesional, han ayudado a ampliar un orden simbólico femenino y fijarlo en la memoria colectiva". Es el premio que uno mira con los mejores ojos y por el que siente más afecto.
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