Hay quienes dicen que Solari se equivocó de plano al no concederle a Isco siquiera el derecho de ser suplente en el Olímpico de Roma. Piensan que semejante decisión se ha convertido en causa de controversia permanente. Debido a que los medios de comunicación no cesan de dar la tabarra al respecto. Incluso pronostican que el entrenador del Madrid, al menor contratiempo, será vapuleado por los que no le perdonan que se haya atrevido a poner en su sitio a un jugador idolatrado por cuantos siguen convencidos de que es el último representante del mejor tiquitaca.
A mí, en cambio, me parece que Solari actuó acorde con la responsabilidad que le confiere el cargo. Que es alinear a los mejores en cada momento. Aun sabiendo, no me cabe la menor duda, que su proceder acabaría siendo motivo de escándalo por parte de no pocos puristas de este deporte. Los mismos que tardarán nada y menos en propalar que al fútbol debe jugarse vestido de esmoquin. Y lo peor del asunto es que, mientras se sigue hablando y escribiendo sobre Isco, apenas se dice nada del Madrid-Valencia.
El equipo che, con algunos retoques, es el mismo que la temporada pasada estuvo a punto de ganar en el Santiago Bernabéu. Triunfo que no logró porque ese día el juego de Marco Asensio rayó a gran altura. Actuación sobresaliente del mallorquín, culminada además con dos goles. De modo que los valencianos hubieron de conformarse con el empate. Tras haber sido dueños, durante mucho tiempo, del centro del campo.
De aquel partido, cuando la temporada principiaba, recuerdo cómo Marcelino supo maniatar al Madrid por los costados. Tal y como lo consiguió el Eibar en Ipurua. Por el lado izquierdo jugaron Lato y Gayá. Ambos sembraron el pánico por la banda de Carvajal. Ante la indolencia de Bale. Montoya y Carlos Soler se la liaron a Marcelo por el lado opuesto. Por si fuera poco, Parejo y Kondogbia se merendaron a Modric y a Kroos ante la nulidad de Isco. Cierto es que aquel día los centrales, Casemiro y Nacho, estuvieron desafortunados.
Pues bien, el Valencia llega mañana al Bernabeú agobiado por su carencia de goles. Extraña debilidad, cómo no, por ser uno de los grandes equipos de La Liga Santander. A pesar de ello tengo la certeza de que el sistema táctico de Marcelino será calcado al de la temporada anterior. Porque puede alinear a siete u ocho jugadores de entonces.
El Madrid deberá dar la talla de equipo grande. O sea, su mejor versión. Porque, además de los puntos, está en juego la tranquilidad que necesita Santiago Hernán Solari para hacerse definitivamente con las riendas de un equipo donde hay egos que hacen más daño que los rivales. Egos amparados por quienes han dado en la manía de difundir que la posesión del balón por sistema es un invento de los españoles y por tanto lo más grande nunca visto en el deporte rey.
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