Buscando en los anaqueles de mi modesta biblioteca un libro donde se habla de las razones por las que se escribe y de los escritores que no tienen el menor pudor en plagiar sin comunicárselo a sus lectores mediante los entrecomillados correspondientes o por otros cauces, me viene a la vista otro que responde al título de No es fácil ser hombre. Con el siguiente subtítulo: El mundo masculino visto por la mujer. La autora es Christiane Collange.
Dado que la lectura del libro siempre me atrajo desde que lo compré en la década de los ochenta en un puesto ambulante situado en el paseo principal de un pueblo en el cual pasé varios días de vacaciones, decido sacarlo del lugar donde reposaba para echarle una ojeada. Y, una vez más, me demoro en el capítulo V. Bajo el epígrafe siguiente: "Cuando ellos hablan de las mujeres". A la pregunta de la escritora responde un médico internista.
-La diferencia que hay entre los hombres y las mujeres es que ellos hablan bien de ellas y las tratan mal, mientras que ellas hablan mal de ellos y los tratan bien.
Christiane Collange exclama: ¡Tiene usted razón, doctor! Yo he tenido siempre la misma sensación al escuchar a mis hombres, viendo cómo bosquejaban un cuadro halagador de las mujeres en general y de la suya en particular.
La autora del libro continúa emitiendo su parecer: "Ellos nos reconocen muchas más cualidades que las que se atribuyen a sí mismos y no ahorran alabanzas sobre nuestros méritos y nuestros talentos. Es de creer que los hombres necesitan ese retrato embellecido para tanquilizarse sobre su propio valor. Puesto que viven y son amados por unos seres selectos, es indudable que ellos tienen que ser dignos de ser amados, o más bien admirados".
El médico internista asume con la cabeza las palabras de su entrevistadora.
Y ésta, tras tomarse un respiro, acaba su explicación: Esta necesidad de valoración que tienen los hombres es muy vivaz: una mujer que tiene un mal marido es una víctima; un hombre que tiene una mala mujer es un ser lamentable. ¡Es lo que dicen ellos, no yo! En realidad, sigue hablando la escritora, los hombres se felicitan de lo que nosotras somos y, sobre todo, no quieren que nosotras nos empeñemos en imitarles. ¡Dios santo, cuánto les gustan las diferencias a los hombres!
La conversación de la autora de No es fácil ser hombre con el médico internista continúa, pero yo decido cortar aquí. Aunque les recomiendo, como ya lo hice en otras ocasiones, a mujeres y hombres que lean este libro.
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