Admito que yo celebré el acceso a la política activa de Mohamed Alí. Le hice el artículo pensando en que estaba dispuesto a fiscalizar las actuaciones del Gobierno, además de irse curtiendo en una ocupación en la que podía prestar sus mejores servicios. Llegaba atiborrado de ilusiones y su optimismo era contagioso. Pero muy pronto hube de invocar a Santa Lucía.
Fue a raíz de decirme Mohamed Alí, en una entrevista, que no había tenido más remedio que echarse en los brazos de Juan Luis Aróstegui, poniendo a su partido, Unión Democrática de Ceuta, de corte ganador, a disposición del secretario general de Comisiones Obreras y dirigente del PSPC, que estaba hundido en la miseria.
Le dije que era un desastre de acuerdo. Un despropósito en todos los sentidos. Una auténtica ruina para él como político. Pero su respuesta fue la siguiente: "Dado que hasta ahora no se me ha hecho caso en las instituciones, Aróstegui me ha prometido que yendo de su mano tendré acceso a todas ellas. Así que he aceptado su propuesta". Y nació lo que se conoce como Coalición Caballas.
Desde el primer día supimos que era Juan Luis Aróstegui quien cortaba el bacalao en la ya reseñada coalición. Como también era palpable que Mohamed Alí podía ser sambenitado en cuanto cometiera algún desliz. Porque no hay cosa peor que estar bajo la férula de alguien. Y es que el dominio que ejerce Aróstegui sobre MA es incuestionable.
A Mohamed Alí, cuando el escándalo de Emvicesa salió a la palestra y él hubo de comparecer en el juzgado, yo no tuve el menor empacho en pararlo por la calle para decirle que había errado al taparse la cara a la entrada del conocido pomposamente como Palacio de Justicia. Por razones obvias. Y debo reconocer que aceptó mi crítica. Aunque desde entonces me negó el saludo.
En estos momentos, cuando MA ha sido imputado, en el 'caso Emvicesa', por un presunto delito de tráfico de influencia, ponerlo en la picota, antes de que sea juzgado, es improcedente. Ahora bien, si acaso fuera considerado culpable, ojalá que no lo sea, habría que preguntarle a Juan Luis Aróstegui: ¿cómo es posible que él, sapiente y honrado a carta cabal, no le hubiera dicho a su socio que se estaba metiendo en la boca del lobo?
A Mohamed Alí, cuando el escándalo de Emvicesa salió a la palestra y él hubo de comparecer en el juzgado, yo no tuve el menor empacho en pararlo por la calle para decirle que había errado al taparse la cara a la entrada del conocido pomposamente como Palacio de Justicia. Por razones obvias. Y debo reconocer que aceptó mi crítica. Aunque desde entonces me negó el saludo.
En estos momentos, cuando MA ha sido imputado, en el 'caso Emvicesa', por un presunto delito de tráfico de influencia, ponerlo en la picota, antes de que sea juzgado, es improcedente. Ahora bien, si acaso fuera considerado culpable, ojalá que no lo sea, habría que preguntarle a Juan Luis Aróstegui: ¿cómo es posible que él, sapiente y honrado a carta cabal, no le hubiera dicho a su socio que se estaba metiendo en la boca del lobo?
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