La primera cara fue mala de solemnidad. A pesar de que en esta ocasión tanto Lucas Vázquez por la derecha como Gareth Bale por la izquierda lucharon denodadamente para ayudar a sus laterales. Modric y Kroos pudieron actuar con más desahogo, debido sin duda a la magnífica labor realizada por Marcos Llorente. Recordando al futbolista que hace dos temporadas cautivaba en el Alavés.
Todo transcurría con parsimonia y equilibradamente hasta el minuto 28. Fue entonces cuando Marcelo empezó a dar su peor versión defensiva y durante diez minutos la escuadra romana pudo marcar dos o tres goles. Inexplicable el fallo de Ünder a medio metro de la portería defendida por Courtois. La anarquía del jugador brasileño contagió a sus compañeros de retaguardia y salieron a relucir los errores a los que nos tienen acostumbrados.
Fueron minutos de asedio por parte del Roma que tanto Courtois como la ausencia de mala suerte hicieron posible que el Madrid se fuera al descanso con empate a cero. Premio gordo para un equipo que no lo había merecido. Por más que el dirigido por Eusebio Di Francesco nada más que dio señales de vida durante un corto espacio de tiempo. Aunque suficiente para que pudiésemos ver nítidamente los estropicios defensivos que viene cometiendo el Madrid habitualmente.
La segunda cara del Madrid en el Estadio Olímpico de Roma fue diametralmente opuesta a la primera. Gracias a que Bale, cuando aún no había transcurrido un minuto de partido, se aprovechó de un fallo del portero Olsen al alimón con Fazio y envió el balón a la red. El gol levantó los ánimos del equipo blanco y hundió en la miseria al conjunto romano. Descompuesto por su impotencia y por el cansancio que ya mostraban sus jugadores.
Sería un error lanzar las campanas al vuelo por la victoria del Madrid en Roma. Puesto que sus defensas siguen cometiendo errores de bulto. Fallos de marcajes inexplicables. Subidas al ataque sin que se sucedan las convenientes vigilancias, ni las coberturas, ni las permutas... A cada paso vemos cómo Ramos y Marcelo se meten en berenjenales tan absurdos como impropios en jugadores profesionales. Incluso con el 0-2 en el marcador, Ramos y Marcelo abandonaban su zona de acción para dejarse ver por otras donde no eran necesarios. Problema que debe solucionar Solari cuanto antes.
La segunda cara del Madrid en el Estadio Olímpico de Roma fue diametralmente opuesta a la primera. Gracias a que Bale, cuando aún no había transcurrido un minuto de partido, se aprovechó de un fallo del portero Olsen al alimón con Fazio y envió el balón a la red. El gol levantó los ánimos del equipo blanco y hundió en la miseria al conjunto romano. Descompuesto por su impotencia y por el cansancio que ya mostraban sus jugadores.
Sería un error lanzar las campanas al vuelo por la victoria del Madrid en Roma. Puesto que sus defensas siguen cometiendo errores de bulto. Fallos de marcajes inexplicables. Subidas al ataque sin que se sucedan las convenientes vigilancias, ni las coberturas, ni las permutas... A cada paso vemos cómo Ramos y Marcelo se meten en berenjenales tan absurdos como impropios en jugadores profesionales. Incluso con el 0-2 en el marcador, Ramos y Marcelo abandonaban su zona de acción para dejarse ver por otras donde no eran necesarios. Problema que debe solucionar Solari cuanto antes.
En fin, que la cara del Madrid de la primera parte fue mala como conjunto. Pese a ello, Marcos Llorente es merecedor de ser destacado. Pues impuso su autoridad en el centro del centro del campo con tanta sobriedad como eficacia. También Lucas Vázquez le impidió a Kolarov sumarse al ataque y disparar con ese cañón que tiene en la pierna izquierda. Su gol fue un regalo de Benzema más que merecido.
Por consiguiente, en la segunda parte mejoró la cara del Madrid. Y también la del tan vilipendiado Bale. A quien hay que jugarle a los espacios libres para que les gane a todos sus rivales con esa carrera vertiginosa que emprende detrás del balón. El Madrid gana en Roma. Pero sigue dejando entrever problemas defensivos que deben ser corregidos por Solari a la mayor brevedad. Ya que la buena suerte es veleidosa. Y no siempre se va a poner de parte del equipo blanco.
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