Karim Benzema ha dejado de hibernar en el momento en que el Madrid más lo necesitaba. Ojalá que a partir de ahora no vuelva a sumirse en ese estado de letargo en el cual ha pasado más tiempo del debido. Se ha venido despertando poco a poco hasta llegar a Balaídos despabilado, vivaz, pillo, ingenioso y adiestrado en el arte de marcar goles. El primero ha sido para enmarcarlo y colgarlo en la sala de trofeos del Bernabéu. El segundo, aunque se lo adjudiquen a Cabral, en propia puerta, la jugada del francés también es digna de ser recordada.
Solari decidió distribuir a sus jugadores racionalmente. El 4-3-3 era la mejor solución para cerrrarle las bandas al equipo local, muy usadas por sus jugadores para buscar a Maxi Gómez en el juego aéreo y con Iago Aspas expectante. Lucas Vázquez por la derecha y Gareth Bale por la izquierda se unían a Modric, Casemiro y Kroos cuando tocaba defender. En ataque creaban pasillos para que los frecuentaran Odriozola y Reguilón. Mientras que los movimientos de Benzema sacaban de sus casillas tanto a Roncaglia como a Cabral. Y, claro, recurrieron a la dureza por sistema. Permitida, eso sí, por Undiano Mallenco.
El primer perjudicado por las entradas descompasadas de los gallegos fue Casemiro. Su lugar lo ocupó Ceballos. Y el utrerano supo salir airoso de la misión encomendada. Aunque a punto estuvo de complicarse la existencia con esa manía que tiene de adornarse en zonas no idóneas para mostrarnos sus habilidades. Corría el minuto 15 y Reguilón ya habia dado pruebas evidentes de ser un lateral como la copa de un pino. Y además zurdo.
Reguilón, lesionado, se tuvo que retirar en la segunda parte. Así que Javi Sánchez se colocó en el sitio de Nacho y éste en el de Reguilón. Problemas que se unián al de Bale: quien nada más empezar el partido recibió una durísima entrada y anduvo desde entonces disminuido. El segunto tanto del Madrid llegó cuando el Celta empezaba a dar señales de su valía como equipo. Pero pronto acortaron distancias los locales por medio de Hugo Mallo. Fallo clamoroso de la defensa merengue.
Y, como las desgracias nunca vienen solas, Nacho se lesionó y Solari se vio obligado a recurrir a Marco Asensio, situando a Lucas Vázquez como lateral siniestro. El Madrid no se amilanó y siguió luchando contra un Celta crecido y jugando al límite de lo que marca el reglamento. Por quitarle hierro al asunto. Y, claro, Odriozola fue derribado en el área. Ramos marcó de penalti. Cerró la cuenta Ceballos con un disparo a la escuadra de la meta defendida por Sergio Álvarez. Cuyo único trabajo fue sacar cuatro veces el balón del fondo de ambas porterías.
En fin, que el Madrid, amén de no conocer la derrota desde que Solari se sentó en el banquillo como entrenador temporero, ha marcado muchos goles y ha recibido muy pocos. En ese corto espacio de tiempo se ha podido ver que Reguilón es más que promesa una realidad de jugador. Que Javi Sánchez juega con hechuras de veterano curtido en mil batallas. Que Odriozola progresa a pasos agigantados. Y, sobre todo, que el estilo de juego del equipo consiste en llegar al marco contrario con los pases precisos. Ni uno más ni uno menos. Y, naturalmente, Isco Alarcón y Marco Asensio, que no son tontos, se habrán percatado de que han de espabilarse tal y como lo ha hecho Benzema.
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