Cada vez que me toca soportar la retransmisión de un partido de la Selección Española en la televisión en la que prestan sus servicios Manu Carreño, José Antonio Camacho y Kiko Narváez, lo primero que hago es mirar con simpatía tanto al narrador como a los comentaristas. Al dictado de la simpatía, acepto con ironía el lenguaje de Camacho. La necesidad de Kiko de hacerse el gracioso cada dos por tres. Y la parcialidad manifiesta que muestra a cada paso Carreño. Convencido de que sabe de fútbol más que nadie en este mundo.
La simpatía, acompañada de una cierta sonrisa y, naturalmente, con la burla adecuada a cada instante, me permite saber lo que no debo decir. Así que no me ensaño en mis críticas con unos profesionales cuyas meteduras de pata van preñadas de arrogancia. O salen del atolladero de sus errores con el chiste fácil o la broma tabernaria. Incluso ni siquiera se me ocurre pensar que carezcan del sentido del ridículo. De ningún modo.
Y es así porque inmediatamente me funciona la memoria: Camacho forma parte de los mitos de mi equipo. Kiko es andaluz, de Jerez concretamente, y casi paisano mío. Y Carreño fue nacido en Valladolid: ciudad de la que me quedé prendado desde la primera vez que me perdí por sus calles. Semejantes reflexiones me han venido ayudando, en todas las ocasiones que he tenido que soportar a los susodichos, a criticarlos sin acrimonia, sin exuberancia, sin tintes recargados, sin acentos agudos. Y desde luego sin los insultos burdos procedentes de las entrañas donde tiene el odio su morada.
El odio es tóxico. Es, quizá, peor que el exceso de colesterol malo; que ya es decir. Pues bien, de odio sarraceno puede considerarse el ataque perpetrado por Manu Carreño contra José Mourinho. Diatriba en toda regla. En la cual queda recogida toda la aversión que el periodista siente hacia el portugués. Tirria, desafecto, desprecio, encono... Sólo le ha faltado decirle que mejor estaría ya en ese sitio del cual nunca se vuelve.
He aquí parte del contenido de lo escrito por Manu Carreño contra el entrenador del Manchester United, por si algunos de ustedes no han tenido ocasión de leerlo: "A Mourinho hay que echarlo del fútbol directamente. Mourinho es un ser despreciable, indigno de este deporte. Es un tipo que no tienen ningún sentido del ridículo, que no tiene educación, que no tiene vergüenza... Lo que ha hecho en el Juventus Stadium es incómodo de ver".
El pecado cometido por José Mourinho fue salir a los medios del césped -como el torero que recoge palmas de consolación en el ruedo-, una vez terminado el partido ganado por su equipo, para hacer el clásico gesto de llevarse la mano a la oreja y que todos sabemos lo que significa. Dedicado a quienes no habían cesado de injuriarle durante el tiempo que duró el espectáculo. ¿Provocación? Sí. Aunque leve. Lo que sí ha sido de una gravedad extrema es el tratamiento que le ha dispensado un chico de Valladolid a un entrenador cuyos logros han sido varios y muy importantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.