Marcos Llorente. Hace dos temporadas el Deportivo Alavés era un equipo que llamaba mi atención y por tanto veía casi todos sus partidos. Aunque mentiría si no dijera que ello se debía al interés que había despertado en mí el futbolista cedido por el Madrid al equipo vitoriano. Era un caso parecido, cambiando lo que se deba cambiar, a lo que me sucedía, y me sigue sucediendo, con el Levante Unión Deportiva; ya que las actuaciones del Comandante Morales me permiten disfrutar de lo lindo y sacar conclusiones sobre lo injusto que es el fútbol en bastantes ocasiones.
Ayer, tras muchos meses deseando que Marcos Llorente despertara la atención de los aficionados del Madrid, tuve la suerte de volver a ver frente al Roma a un mediocentro como la copa de un pino. Tuvo sentido de la colocación y fue solidario de principio a fin; jugó el balón con sencillez, precisión y sin acusar, pese a su inactividad, el cansancio que debería haber surgido en cualquier momento. Y, por encima de todo, se convirtió en escudero de defensas y compañeros de la zona vital del centro del campo. Ojalá que MLl siga manteniendo el tipo cuando Solari vuelva a requerir sus servicios.
Marcelo. Es desordenado por sistema y le importa un bledo y parte del otro desentenderse de sus obligaciones defensivas como lateral. Usa y abusa del ataque sin solución de continuidad. Así que no sorprende ya verlo llegar tarde a su punto de destino como otrora lo hacían los trenes carreta. Es el vagón de cola de su equipo cuando éste se ve obligado a replegarse por los contragolpes de sus rivales. Le da igual lo que suceda en la portería propia. Su anarquismo futbolístico, sin embargo, es tan apreciado cual valorado por quienes opinan o escriben acerca del deporte rey.
Frente al Roma, como en casi todos los partidos, su anarquía futbolística alcanzó cotas muy altas. Hasta el punto de que durante muchos minutos la escuadra romana tuvo ocasiones clarísimas para batir a Courtois. Eso sí, narrador y comentarista del espectáculo intentaron inculcarnos que había que dejarle hacer lo que le diera la real gana porque le daba a su equipo más de lo que le quitaba. Convencidos de que todos los espectadores somos tontos a nativitate.
Hasta hace nada, el Madrid, cuando Marcelo no ha estado en condiciones de jugar, ha tenido que conformarse con la presencia de Nacho en la demarcación del brasileño. Aun no siendo zurdo, muchas han sido las veces que la sobriedad y el buen oficio de Nacho le permitieron salir airoso del envite. Ahora, en cuanto Reguilón se recupere, convendría bajarle los humos al colega de Sergio Ramos. A propósito de Marcelo: bien haría en aplicarse la fórmula que él le recomienda a Isco Alarcón.
Isco Alarcón. Armarse de valor. Significa adoptar una actitud audaz y resuelta para enfrentarse a una situación de peligro o de grave compromiso. Es lo que ha hecho Solari en relación con Isco Alarcón: no amilanarse a la hora de prescindir del malagueño. Aun a sabiendas de que en esta España cada vez más pacata los hay que no perdonan que un entrenador mande a la grada a un muchacho a quien los meapilas han convertido en figura excepcional de nuestro fútbol. Así que los tenidos por doctos en la materia han salido en tromba a contarnos el cuento del alfajor. Y me explico...
Dicen que todos los equipos de la Premier League, de la Serie A italiana y de la Bundesliga han enviado ya a sus emisarios a que hagan cola en la antesala del despacho de Florentino Pérez para pujar por el jugador nacido en Arroyo de la Miel. Que en la Academia de Bellas Artes no se entiende que el entrenador del Madrid haya sido capaz de despreciar tanto arte como hay en el juego del malagueño. Y todo porque Solari no ha asimilado aún lo que pensaba Lopetegui: "El Madrid es Isco y diez más". De modo que el juego del equipo blanco debería adaptarse al proceder en el campo de Isco y nunca al revés.
De Santiago Hernán Solari se dice que ha perdido el buen gusto por el fútbol de veintitantos pases seguidos y el último, si es posible, que sirva para devolver el balón al campo propio. Son los mismos que alegan que sin Isco nos embargará el aburrimiento a quienes somos madridistas. Porque únicamente veremos jugar al Madrid con los pases precisos, ni uno más ni uno menos, para llegar al marco contrario cuanto antes y en las mejores condiciones para obtener el premio del gol. Lo cual no deja de ser, al fin y al cabo, la suerte suprema de este deporte. O sea.
Ayer, tras muchos meses deseando que Marcos Llorente despertara la atención de los aficionados del Madrid, tuve la suerte de volver a ver frente al Roma a un mediocentro como la copa de un pino. Tuvo sentido de la colocación y fue solidario de principio a fin; jugó el balón con sencillez, precisión y sin acusar, pese a su inactividad, el cansancio que debería haber surgido en cualquier momento. Y, por encima de todo, se convirtió en escudero de defensas y compañeros de la zona vital del centro del campo. Ojalá que MLl siga manteniendo el tipo cuando Solari vuelva a requerir sus servicios.
Marcelo. Es desordenado por sistema y le importa un bledo y parte del otro desentenderse de sus obligaciones defensivas como lateral. Usa y abusa del ataque sin solución de continuidad. Así que no sorprende ya verlo llegar tarde a su punto de destino como otrora lo hacían los trenes carreta. Es el vagón de cola de su equipo cuando éste se ve obligado a replegarse por los contragolpes de sus rivales. Le da igual lo que suceda en la portería propia. Su anarquismo futbolístico, sin embargo, es tan apreciado cual valorado por quienes opinan o escriben acerca del deporte rey.
Frente al Roma, como en casi todos los partidos, su anarquía futbolística alcanzó cotas muy altas. Hasta el punto de que durante muchos minutos la escuadra romana tuvo ocasiones clarísimas para batir a Courtois. Eso sí, narrador y comentarista del espectáculo intentaron inculcarnos que había que dejarle hacer lo que le diera la real gana porque le daba a su equipo más de lo que le quitaba. Convencidos de que todos los espectadores somos tontos a nativitate.
Hasta hace nada, el Madrid, cuando Marcelo no ha estado en condiciones de jugar, ha tenido que conformarse con la presencia de Nacho en la demarcación del brasileño. Aun no siendo zurdo, muchas han sido las veces que la sobriedad y el buen oficio de Nacho le permitieron salir airoso del envite. Ahora, en cuanto Reguilón se recupere, convendría bajarle los humos al colega de Sergio Ramos. A propósito de Marcelo: bien haría en aplicarse la fórmula que él le recomienda a Isco Alarcón.
Isco Alarcón. Armarse de valor. Significa adoptar una actitud audaz y resuelta para enfrentarse a una situación de peligro o de grave compromiso. Es lo que ha hecho Solari en relación con Isco Alarcón: no amilanarse a la hora de prescindir del malagueño. Aun a sabiendas de que en esta España cada vez más pacata los hay que no perdonan que un entrenador mande a la grada a un muchacho a quien los meapilas han convertido en figura excepcional de nuestro fútbol. Así que los tenidos por doctos en la materia han salido en tromba a contarnos el cuento del alfajor. Y me explico...
Dicen que todos los equipos de la Premier League, de la Serie A italiana y de la Bundesliga han enviado ya a sus emisarios a que hagan cola en la antesala del despacho de Florentino Pérez para pujar por el jugador nacido en Arroyo de la Miel. Que en la Academia de Bellas Artes no se entiende que el entrenador del Madrid haya sido capaz de despreciar tanto arte como hay en el juego del malagueño. Y todo porque Solari no ha asimilado aún lo que pensaba Lopetegui: "El Madrid es Isco y diez más". De modo que el juego del equipo blanco debería adaptarse al proceder en el campo de Isco y nunca al revés.
De Santiago Hernán Solari se dice que ha perdido el buen gusto por el fútbol de veintitantos pases seguidos y el último, si es posible, que sirva para devolver el balón al campo propio. Son los mismos que alegan que sin Isco nos embargará el aburrimiento a quienes somos madridistas. Porque únicamente veremos jugar al Madrid con los pases precisos, ni uno más ni uno menos, para llegar al marco contrario cuanto antes y en las mejores condiciones para obtener el premio del gol. Lo cual no deja de ser, al fin y al cabo, la suerte suprema de este deporte. O sea.
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