Quique Setien y su admiración por Sergio Busquets. Tras la espectacular y merecida victoria del Betis en el Camp Nou, el entrenador verdiblanco, henchido de gozo, como no podía ser de otra manera, dijo haber escuchado de pequeño que era necesario correr para jugar al fútbol. Pero, tras ver al Barcelona de Cruyff, se dio cuenta de que no. Y dio la receta: "Lo que hay que hacer es jugar con la cabeza, ni con los pies ni con el corazón. Por eso me maravilla Busquets, que es un futbolista inteligentísimo y que está permanente leyendo el juego". Luego le pidio la camiseta al jugador azulgrana para enmarcarla y colgarla en sitio apropiado. Busquets, tal vez superado por la emoción de los ditirambos recibidos, no hacía nada a derechas. Hasta el punto de que Ernesto Valverde se vio obligado a sustituirlo.
Los primeros diez minutos jugados por el Betis fueron tan absurdos como temerarios. Debido a que Pau Lope ponía la pelota en juego cerca de su portería cuando los azulgrana presionaban. Los riesgos asumidos por los jugadores béticos fueron de una imprudencia supina. El mérito estuvo en atosigar a los defensas azulgrana y aprovechar la debilidad de su medio campo: inferior en cantidad y calidad; aunque decirlo parezca un pecado de lesa majestad. Lo Celso se merendó a Busquets y Carvalho se adueñó de la zona central donde se cuecen las victorias y se pone la primera piedra de la derrota. ¿Cómo es posible, me preguntaba yo durante el partido, que Ernesto Valverde no se percate de la inferioridad manifiesta que se está produciendo en esa zona vital, ni tampoco del naufragio de Busquets?
Ernesto Valverde asumió sus errores en el vestuario. Lo he leído en algunos medios. Lo hizo en el descanso. Reconociendo, sigo hablando por boca de ganso, el error de haber jugado con tres centrocampistas frente a cinco del Betis. Reconocer las yerros propios queda muy bien. Incluso se ve con buenos ojos por parte de los aficionados siempre y cuando su equipo haya ganado el partido. Pues esa forma de proceder gusta a la gente. Así, Valverde ha apurado ya la última baza de echarse las culpas de una derrota que pudo evitar tomando las medidas precisas en el momento oportuno. Verbigracia: antes de que Junior marcara el primer gol del partido o bien para que no se hubiera producido el segundo tanto logrado por Joaquín. Los entrenadores, y Valverde debería saberlo, porque lleva ya bastante tiempo ejerciendo la profesión y además con éxito, que dicen equivocarse mucho, pagan las consecuencias. Máxime en un equipo tan grande como es el Barcelona.
Sobre el estilo de juego con que se vienen mostrando ambos equipos. El entrenador del Betis ha venido diciendo hasta ahora que su estilo de juego es innegociable. Así que tras la victoria frente al Barcelona no habrá nadie que se atreva a llevarle la contraria. Por más que su equipo comenzó a ganar el partido cuando hizo bien la presión y llegó con los pases precisos a la portería de Ter Stegen. Después de haber jugado diez minutos de gilifútbol. El Barcelona, en cambio, sometido a un intenso atosigamiento y estando en inferioridad manifiesta en el mediocampo, sin que Messi echara la mano de costumbre, hubo de recurrir, por orden de Valverde, a jugar el balón en largo para que eludieran sus defensas el incensante agobio a que estaban siendo sometidos por sus rivales. Lo cual viene a demostrar, una vez más, que no hay estilo de juego que sea de obligado cumplimiento. Que a veces, muchas veces, mandan las circunstancias.
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