De José Luis Morales, de sobrenombre El Comandante, he escrito yo en bastantes ocasiones. Las dos últimas fueron en partidos jugados por su equipo, Levante U D, en el Estadio de San Mamés y en el Benito Villamarín. Y en ambos escritos terminé haciéndome la misma pregunta: ¿cómo es posible que este futbolista no haya sido requerido nunca por uno de los equipos grandes de nuestro fútbol? Pero tiempo tendré de transcribir literalmente lo más destacado de los artículo referidos.
José Luis Morales ha destrozado al Madrid jugando una primera parte antológica. Ahora bien, sería injusto no destacar la labor de su equipo y el estilo de juego sencillo y directo ordenado por su entrenador. El conjunto levantino comenzó presionando muy cerca del área local. Y lo hacía con tanta soltura y audacia que, durante los primeros minutos, los jugadores del Madrid no daban pie con bola. Parecían desorientados por efecto del atolondramiento. No acertaban a adueñarse del balón ni mucho menos a cortar de raíz la operación de repliegue y contrataque del equipo granota.
Fue entonces cuando comenzó a brillar con luz propia el tan reseñado Morales. Cuyo gol en el minuto 6 fue una auténtica demostración de lo que es: un jugador extraordinario pero carente de ese encanto que algunos destilan para meterse a los medios de comunicación en el bolsillo. Recibió El Comandante un pase largo por detrás del medio campo del Madrid y se encontró con que el bote del balón despistó a Varane; quien en ese momento no gozaba de la cobertura de Ramos -una auténtica nulidad durante todo el partido-, y lo aprovecho para batir a Courtois.
En pleno desconcierto del Madrid llegó el penalti. Por mano de Varane, totalmente fuera de sí. Y Roger marcó el segundo tanto de penalti. A partir de ahí fue un querer y no poder por parte de los hombres que, hasta ahora, dirige Julen Lopetegui. Cierto que el portero levantino tuvo una gran actuación. Y que los postes...; verdad es que el Madrid padeció de la ausencia de buena suerte. Todo lo que suele suceder cuando se juega a lo que salga y alocadamente. Y todo ello estando en el césped el gran deseado: Isco Alarcón.
El regreso de Isco, tras recuperarse de una operación de apendicitis, se había vendido como algo grande. Durantes días, todos los medios escritos y hablados han venido celebrando su vuelta al equipo. Dando por hecho que las derrotas del Madrid se debían a su ausencia. Vergüenza ajena me produciría enumerar aquí las memeces que se han dicho al respecto de la vuelta al tajo del jugador nacido en Arroyo de la Miel. Con semejante propaganda, no me cabe la menor duda de que José Luis Morales estaría presumiendo de sus muchos partidos jugados con la Selección Española.
Isco, el mago que, según decían, llegaba a punto de caramelo para evitar que Julen Lopetegui fuera condenado al ostracismo durante mucho tiempo, jugó como siempre. Es decir, cuando se percató de que la defensa del Levante U D era tan inexpunable por abajo como mala por arriba, hizo lo que en él se ha convertido en una costumbre: retrasar su posición. De modo que a veces aparecía por delante de Varane y Ramos. Inexplicable. Tan inexplicable como la opinión de Valdano: "Hay que comprender que Isco ha sido operado recientemente".
Mientras tanto, en el banquillo estaban Bale, Ceballos y Benzema. Cuando se recurrió a ellos, el partido se agitó el tiempo suficiente para que Marcelo consiguiera un gol con su pierna diestra, y se multiplicaran los ¡Uy! pesarosos por todo el Estadio. En rigor, el Madrid sigue sin saber a qué juega. Amén de que hay jugadores con defectos convertidos ya en crónicos y que nadie los corrige. Ah, en relación con la suplencia de Kroos, no sé si mis lectores se acuerdan de lo que escribí hace días: el jugador alemán ha sido ya puesto en la picota por el director de un medio importante. Hay entrenadores que son obedientes.
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