Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 13 de septiembre de 2018

Titulitis enfermiza

El descrédito se les supone a los políticos como el valor a los soldados. Lo escribió Antonio Gala cuando la democracia parecía todavía el bálsamo de Calaba. Tampoco conviene olvidar a quien dijo que si Midas convertía en oro cuanto tocaba los políticos lo convierten en mierda.

Por ejemplo: las universidades van perdiendo prestigio a paso de legionario porque las ha habido muy complacientes con los títulos concedidos a señoras y señores cabezas de serie de partidos políticos o bien a jóvenes recomendados -lo de jóvenas, estimada Carmen Romero, sería demasiado para mi cuerpo- por los mandamases de sus respectivas siglas

Las universidades señaladas pasan, por tanto, por un mal momento. Tratando de echar balones fuera como buenamente pueden, ante los hechos que se vienen denunciando. Que son sumamente dañinos para la reputación de un establecimiento de enseñanza superior donde se cursan muchas carreras, es decir alma mater que modela y sella a los suyos, y que de seguir así, acabará siendo tachado de ser "sólo un estanco masivo de expendedor de títulos inválidos".

Primero fue, si la memoria no me falla, Cristina Cifuentes la que acabó dimitiendo por comprobarse que obtuvo su título de Máster en Derecho Autonómico con notas falsas. Se cargó de razones, y estaba en su derecho de negarlo. Pero durante muchos días sus apariciones en los medios fueron esperpénticas. Al final, como no podía ser de otra manera, optó por darse el piro.

Poco tiempo después, Pablo Casado fue puesto en la picota por motivos similares. Su caso está pendiente de lo que diga el Tribunal Supremo. Pero las críticas contra él siguen arreciando. Así que no hay día en el cual no tenga que salir a la palestra a defenderse. Semejante situación, por mucho que el presidente del Partido Popular repita, una y otra vez, que no le afecta, le impide centrarse en su tarea.

Carmén Montó, ministra de Sanidad, decidió con celeridad renunciar a su cargo por haber sido acusada de plagiar a su profesora en el máster que figuraba en su historial académico. Tomó, sin duda, la mejor decisión. Con el fin de evitar el enorme desgaste que le hubiera ocasionado continuar dando explicaciones. Innecesarias para quienes creían en ella, pero no así para las que ya la habían condenado.

Y, por último, Pedro Sánchez, tras airear lo mucho que le había afectado aceptar la dimisión de Carmén Montó, todo compungido él, recibió el varapalo inesperado de Albert Rivera. Quien le dijo que existían dudas razonables de que hubiera plagiado su tesis doctoral. Y se ha armado  la de San Quintín.

En España, cuando en Cataluña reina la anarquía, resulta que sus políticos mantienen la guerra de los títulos falsos o concedidos a dedo. En suma, que los políticos vuelven a demostrar que siguen padeciendo de titulitis. Es decir, que valoran tanto los títulos académicos como para ser capaces de lograrlos a cualquier precio. Quienes lo hayan hecho, de mala manera, más que negarlo deberían asumirlo antes de coger las de Villadiego.


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