Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 9 de septiembre de 2018

Mourinho, Busquets y Marco Asensio

Quien se pare a pensar entenderá pronto por qué el adjetivo es la parte de la oración gramatical que más nos compromete: ello es así porque se dice lo que pensamos, queremos, creemos, esperamos, amamos, odiamos... de los demás. Adjetivar es muy difícil. Juan Ramón Jiménez recomendaba ser cicatero con ellos. El adjetivo es producto de un examen personal del mundo a menudo doloroso, y la sentencia que da el hombre toma forma de elogio o vituperio. Decimos que fulano es bueno o malo; mengano, guapo o feo; zutano leal o fementido; perengano, listo o tonto... Lo peor es alegrarse de las desgracias ajenas. Aunque en el caso de José Mourinho hayan quedado reducidas a un tropezón cuando accedía al interior del Estadio de Wembley. El cual le hizo rodar por los suelos. De tal guisa lo ha exhibido un periódico deportivo de tirada nacional. Pero lo peor es que han dejado opinar al respecto. Y poco ha faltado para que le dijeran que ojalá no se hubiera levantado. O sea.

El adjetivo, insisto, es la forma lingüística que poseemos para expresar la opinión que nos va mereciendo el día a día, la brega de la vida, que es tanto como decir: la lucha, la pequeña pelea diaria. No sé quién dijo que el hombre no suele emplear términos medios cuando de enjuiciar las cosas que le atañen directamente, se trata. Y así lo demostraron ayer por la noche los comentaristas de la 1 de TVE durante la retransmisión del partido Inglaterra-España. Cuando los ingleses atacaban desesperadamente la portería defendida por De Gea, narrador y glosadores decidieron que había llegado la hora de hacerle el artículo a Sergi Busquets. Quien a estas alturas ya no lo necesita. Y mucho menos cuando su actuación no era, precisamente, para ser distinguida. Y, claro, recurrieron a los consabidos ditirambos. Para recordarnos, por si se nos había olvidado, que el jugador catalán estaba en el césped. Pero que no se hacía notar por la sencillez con que se empleaba.

El 14 de mayo de 2017, y bajo el título de Marco Asensio es un clásico, escribí yo lo siguiente: el adjetivo se lo ha ganado a pulso el jugador nacido en Mallorca. Y lo llamo clásico porque su labor no puede ser mejorada. Por estar convencido de que no se puede jugar mejor ni con más eficiencia. Anduvo Marco Asensio por el césped con esa sencillez de quienes aunan el sosiego con el conocimiento del juego y la suficiente condición física para mostrar sus cualidades con la claridad de los elegidos. Es decir, que actúa con una naturalidad pasmosa. Y asombra, claro que sí, puesto que se hace tirabuzones con las dificultades. Pues bien, vengo observando desde hace ya tiempo que Marco Asensio nos está dejando en la estacada a todos los que confiábamos -y seguimos confiando- en él. Yo no sé si son los entrenadores quienes no terminan de acertar con la misión concreta que han de encomendarle al jugador balear. O tal vez sea que la disposición de ánimo de éste se viene abajo cuando sale del banquillo para jugar pocos minutos. 









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