Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 3 de septiembre de 2018

Cataluña es una plaza de toros

Ucronías. ¿Cómo habrían sido las cosas en Cataluña si los Pujol y Artur Mas no hubieran sido investigados por la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía nacional? ¿Estarían los partidos independentistas echándoles el pulso de la arrogancia secesionista al Gobierno de España? Yo no lo creo. No olvidemos que la independencia ha sido la amenaza que la burguesía catalana ha esgrimido siempre contra las autoridades españolas para lograr beneficios materiales.

Los independentistas reescriben sin cesar la historia e interpretan el presente según sus perspectivas. Adaptan el pasado a los apremios del presente o, para ser más exactos, cada facción, partido o movimiento independentista, dentro de Cataluña, tiene de él su interpretación específica. Muchos tergiversan la historia según las estrategias y conveniencias de los políticos, ideólogos o grupos de interés que lo suscriben. Inventan símbolos, ceremonias, estandartes, conmemoraciones. Y hasta suelen caer en las mismas persecuciones que ellos dicen haber padecidos.

La actitud de los independentistas catalanes, incapaces de aceptar la Constitución Española, no cesa de generar problemas para el resto de las regiones. Problemas económicos, sociales, políticos... Y van generando un sentimiento de rechazo cada vez más arraigado contra quienes lucen lazos amarillos. Y qué decir de Puigdemont: personaje que se levanta cada mañana con el único objetivo de denigrar a la Nación española. La malo del asunto es que si a un loco se le permite que siga persistiendo en su locura se vuelve sabio. Y, por lo tanto, cada vez más peligroso.

Cataluña nunca ha dejado de ser un quebradero de cabeza para los gobiernos españoles. Eso sí sus autoridades, todas ellas pertenecientes a la burguesía, en cuanto sus empresas se encontraban al borde del abismo tardaban nada y menos en recurrir al Gobierno de Madrid para que les ayudara a salir del peligro que corrían. Cualquier español metido en años podría citar los hechos de memoria. El gran drama de los catalanes independentistas es no haber catalanizado España.

Don José Ortega y Gasset, harto ya de salir en defensa de los catalanes independentistas de su época, llegó a decir que los españoles estábamos obligados a conllevar a los catalanes separatistas, pero que éstos también deberían soportarnos a nosotros. Y qué decir de los disgustos que le costó a don Manuel Azaña defender la autonomía del pueblo catalán. 

Cataluña está en deuda con los españoles que emigraron para trabajar en sus fábricas. Cuando éstas recibían más ayudas que ningunas otras de las demás regiones. La ayuda a las industrias de textiles, por ejemplo, nunca la tuvo Málaga. Que era también un centro importante en ese menester. La pena es que en los colegios de Cataluña los hijos de los españoles que llegaron para ganarse el cocido han sido educados, muchos de ellos, oyendo improperios contra una España que aún continúan diciendo que les roba... Razón por las que hay charnegos...

Frente a este panorama en Cataluña es necesario contar con un Gobierno de España fuerte. Y convencido de que los paños calientes no sirven de nada frente a la actitud de los independentistas. Pero, desgraciadamente, lo que más se vislumbra entre los políticos es una debilidad que causa sonrojo casi generalizado. Yo, más que debilidad, lo llamaría miedo. Lo digo, créanme, porque vengo observando que a Pedro Sánchez le ha cambiado el tono de la voz, adelgaza cada vez más, rectifica  a cada paso, y sólo se le ocurren ideas para distraer al personal.

Cataluña, actualmente, es una plaza de toros. Donde están enfrentados los tendidos de la sombra a los del sol. Los primeros están protegidos por los políticos separatistas y autoridades autonómicas. Los segundos han de estar siempre mirando a ver quién les viene por detrás a darles el golpe de la inquina. Eso sí, día llegará en que decidan salir a la palestra los ciudadanos que hasta ahora se han mostrado indiferentes en ambos bandos. Cuando tal cosa suceda..., nada bueno puede augurarse.



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