No es la primera vez que me preguntan, ni creo que sea la última, si es verdad que yo estuve a punto de entrenar al Cádiz en los años setenta y ochenta. Y he respondido que sí. Como también pude ir a otro club andaluz de primera fila de haber ascendido con el Racing Club Portuense. Temporada en la cual el equipo de mi pueblo se quedó a tres y un punto de los equipos que ascendieron a Segunda División A: Linares y Agrupación Deportiva Ceuta. Cito de memoria.
En la primera ocasión, siendo presidente Manuel de Diego, fue José María García quien me aseguró que mi fichaje era cuestión de días. Pero nunca se produjo la llamada del Cádiz. No sé si García, a última hora, cambió de opinión y recomendó a Enrique Mateos. Si fue así, que tampoco lo puedo asegurar, acertó plenamente. Pues EM, además de gran persona, ascendió al equipo gaditano a la máxima categoría.
La segunda vez, el ofrecimiento se produjo por parte de Manolo Irigoyen, en agosto de 1980, en el homenaje recibido por Pepe Jiménez Bigote en Casa Flores (El Puerto de Santa María). Lo hizo durante la sobremesa. "Querido Paco -dirigiéndose a Paco Ferrer Palacios, entonces presidente del Portuense-: te anticipo que la temporada próxima Manolo de la Torre será entrenador del Cádiz". Y selló lo anunciado con un apretón de manos conmigo.
Pero, debido a un asunto en el cual yo no tuve ni arte ni parte, Manolo Irigoyen nunca más volvió a cruzar palabra conmigo. Es más, me veía como si yo fuera el mismísimo Demonio. Dado que me creía culpable. Lo ocurrido lo sabe uno de mis mejores amigos. Pero tanto él como yo hemos sido capaces de mantenerlo en secreto durante la friolera de treinta y ocho años. Y no creo que a estas alturas vayamos a desvelar un secreto que no le interesa a nadie.
Quiere usted saber, además, si me hubiera gustado ser entrenador del Cádiz. Por supuesto. El Cádiz, siendo presidente Manolo Irigoyen, era un club apetecido por muchos entrenadores. Por varias razones. He aquí dos de ellas. Una, porque actuar como técnico en el Estadio Ramón de Carranza era un lujo. El ambiente era inenarrable. Otra, no conviene olvidar el poder que atesoraba MI, en aquella época, en la Real Federación Española de Fútbol.
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